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Desde los pasillos políticos hasta las plataformas académicas, todo el mundo ha estado hablando de crisis mundiales: una crisis sanitaria, una crisis económica y financiera, una crisis climática y una crisis de la naturaleza. En última instancia, todas ellas son síntomas del mismo problema: la insostenibilidad de nuestro modo de producción y consumo. La pandemia de la COVID-19 no ha hecho más que poner de manifiesto la fragilidad sistémica de nuestra sociedad y economía mundiales con todas sus desigualdades.
Además de proporcionar información fiable sobre nuestro medio ambiente y el clima, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) trabaja también para mejorar su propia actuación medioambiental como organización. Entrevistamos a Melanie Sporer, que coordina estos esfuerzos en la AEMA, utilizando el sistema comunitario de gestión y auditoría medioambientales (EMAS).
Sabemos que la contaminación por el uso de plásticos y los desechos de plásticos son un gran problema ambiental. En los últimos años, se han incorporado al mercado nuevos productos de plástico que aseguran ser mejores para el medioambiente. En una reciente nota informativa publicada por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) se evalúan sus credenciales medioambientales. Para saber más, nos sentamos a hablar con Almut Reicher, experta en el uso de sostenible de los recursos y residuos de la AEMA.
La economía circular sigue siendo un concepto abstracto, cuando no ajeno, para la mayoría de las personas. Si bien «apostar por lo ecológico» es una tendencia cada vez más extendida por todo el mundo, muchas personas todavía no son conscientes de los grandes cambios en nuestro estilo de vida que habremos de adoptar para garantizar un futuro sostenible y asegurar nuestro bienestar a largo plazo.
El pasado diciembre, en París, el mundo se fijó un objetivo ambicioso: limitar el aumento de la temperatura media global claramente por debajo de los 2 grados, con el propósito de limitar en lo posible el aumento a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales. En la cumbre del G20 celebrada este mes, China y los Estados Unidos anunciaron su compromiso formal a su adhesión al acuerdo de París. Esto supone un paso significativo en el esfuerzo internacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el calentamiento global. No obstante, los compromisos actuales de reducción suscritos hasta ahora por los países signatarios no son suficientes para alcanzar este ambicioso objetivo.
Se anuncia un futuro brillante para las fuentes de energía renovable, que juegan un papel cada vez más destacado a medida que Europa intenta reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Hemos hablado con Mihai Tomescu, experto en energía de la Agencia Europea de Medio Ambiente, sobre las oportunidades y los desafíos que afronta la energía limpia.
El uso que hacemos de los recursos hoy en día es insostenible y está afectando a nuestro planeta. Tenemos que facilitar la transición a una economía circular y verde superando las políticas de gestión de residuos y centrándonos en el ecodiseño, la innovación y la inversión. La investigación puede favorecer no solo la innovación en la producción, sino también los modelos de negocio y los mecanismos de financiación.
En agosto de este año, más de 190 países alcanzaron un consenso sobre la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. A finales del presente mes, la Agenda será adoptada en Nueva York por los Jefes de Estado, junto con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible y las metas correspondientes. A diferencia de sus predecesores, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se dirigen tanto a los países en desarrollo como a los países desarrollados y contemplan una gama más amplia de temas de desarrollo sostenible. Muchos de los 17 ODS incluyen elementos relacionados con el medio ambiente, el uso de los recursos o el cambio climático.
Las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático suelen considerarse caras y una carga adicional para la economía. Pero los países europeos destinan ya fondos públicos y privados a investigación, infraestructuras, agricultura, energía, transporte, urbanización, protección social, sanidad y conservación de la naturaleza. Podemos asegurarnos de que el gasto efectuado en estos ámbitos favorezca opciones sostenibles y respetuosas con el clima que ayuden a crear nuevos puestos de trabajo.
Los océanos cubren aproximadamente el 70 % de la superficie de nuestro planeta, y existe basura marina prácticamente en todos ellos. La basura marina, y en particular los plásticos, suponen una amenaza no solo para la salud de nuestros mares y costas, sino también para nuestra economía y nuestras comunidades. En su mayor parte es producto de actividades terrestres. ¿Cómo podemos detener el flujo de basura en nuestros mares? El lugar más adecuado para empezar a abordar este problema marino mundial es la tierra.
En marzo de 2014, París (Francia) sufrió un episodio de contaminación por materia particulada. El uso de automóviles privados se limitó en buena medida durante varios días. Al otro lado del planeta, una compañía china lanzaba un nuevo producto: un seguro anticontaminación para los viajeros nacionales cuya estancia en un lugar se viera frustrada debido a la mala calidad del aire. Así pues, ¿cuánto vale el aire limpio? ¿Puede ayudarnos la economía a reducir la contaminación? Examinemos de cerca algunos conceptos económicos básicos.
Los europeos, de todas las edades, son consumidores. Nuestras decisiones a la hora de consumir y comprar se tienen muy en cuenta a la hora de determinar qué se produce. Pero ¿cómo elegimos lo que compramos? ¿Se trata de una decisión racional o impulsiva? Hemos hablado con Lucia Reisch, de la Copenhagen Business School, sobre el comportamiento de los consumidores en Europa.
Más de tres cuartas partes de los europeos viven en zonas urbanas. Lo que producen, compran, comen y tiran a la basura los residentes en zonas urbanas, la manera en que se mueven y el lugar donde viven, todo ello tiene un impacto sobre el medio ambiente. Al mismo tiempo, la manera en que está construida una ciudad también afecta al modo en que viven los residentes. Le hemos pedido a Roland Zinkernagel, de la ciudad de Malmö (Suecia), que nos indique algunas acciones concretas para conseguir una ciudad sostenible.
Debido al crecimiento de la población, los cambios en los estilos de vida y el aumento del consumo personal, cada vez utilizamos más recursos naturales. Para hacer frente a nuestro consumo insostenible, debemos abordar todo el sistema de recursos, incluidos los métodos de producción, las pautas de demanda y las cadenas de suministro. En este apartado examinamos de cerca los alimentos.
Nuestro bienestar depende del uso de los recursos naturales. Extraemos recursos y los transformamos en alimentos, edificios, muebles, aparatos electrónicos, ropa, etc. Sin embargo, la explotación que hacemos de los recursos supera la capacidad del medio ambiente para regenerarlos y satisfacer nuestras necesidades. ¿Cómo podemos garantizar el bienestar de nuestra sociedad a largo plazo? Sin duda, la «ecologización» de nuestra economía nos puede servir de ayuda.
Los residuos no solo constituyen un problema medioambiental, sino también una pérdida económica. Los europeos producen una media de 481 kilos de residuos urbanos al año. De estos residuos, cada vez son más los que se reciclan o compostan, y menos los que se destinan a los vertederos. ¿Cómo podemos cambiar la forma en que producimos y consumimos para generar cada vez menos residuos, y utilizar todos los residuos como recurso?
Nuestra calidad de vida, nuestra salud y nuestros empleos dependen del medio ambiente. Sin embargo, hoy en día estamos consumiendo los recursos de un modo y a un ritmo tales que pueden hacer peligrar nuestro bienestar y la capacidad que tiene la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades. Debemos transformar radicalmente la manera en que producimos, consumimos y vivimos. Debemos «ecologizar» nuestra economía —es decir, pasar a una economía verde—, y la transición debe empezar hoy mismo.
Para producir suficientes alimentos, Europa confía en la agricultura intensiva, la cual repercute en el medio ambiente y en nuestra salud. ¿Es posible encontrar una forma más ecológica de producir alimentos en Europa? Hemos planteado esta pregunta a Ybele Hoogeveen, directora de un grupo de la Agencia Europea de Medio Ambiente que estudia el impacto del uso de los recursos en el medio ambiente y el bienestar de las personas.
La economía europea se encuentra todavía bajo los efectos de la crisis económica iniciada en 2008. El desempleo y los recortes salariales han afectado a millones de ciudadanos. ¿Deberíamos hablar de medio ambiente cuando los recién licenciados no encuentran trabajo en una de las zonas más ricas del mundo? Esto es exactamente lo que hace el nuevo programa de acción medioambiental de la Unión Europea, entre otras cosas. Asimismo declara que el medio ambiente es parte integrante e inseparable de nuestra salud y de nuestra economía.
Vivimos en un mundo en constante cambio. ¿Cómo podemos orientar estos cambios para lograr el objetivo de la sostenibilidad global en 2050? ¿Cómo podemos alcanzar el equilibrio entre economía y medio ambiente, entre corto y largo plazo? La clave reside en gestionar el proceso de transición sin quedarnos atrapados en sistemas insostenibles.
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