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Hemos avanzado mucho desde la época en la que la contaminación química era muy evidente. Hoy en día, en la UE contamos con una protección mucho mayor contra muchas sustancias nocivas. Sin embargo, entre 1950 y 2000, el volumen de producción mundial de sustancias químicas se multiplicó por más de 50, y cada día se registran numerosas sustancias nuevas en todo el mundo. Esto aumenta la presión química global sobre el medio ambiente y las personas y, consecuentemente, el riesgo de daños. La exposición a sustancias químicas nocivas, tanto en interiores como en exteriores, puede provocar muchos problemas de salud, como enfermedades respiratorias y cardiovasculares, alergias y cáncer.
La fauna y los ecosistemas se ven afectados también por, entre otras cosas, el uso de pesticidas y la acumulación de contaminantes persistentes. Se realizan pruebas al respecto, pero llevan mucho tiempo, son costosas y no pueden abarcar todos los escenarios de exposición. La experiencia nos demuestra también que lo que en su momento creímos seguro con frecuencia acaba teniendo efectos perjudiciales que se manifiestan con el tiempo. El desafío es mantener los beneficios humanos y económicos de las sustancias químicas al tiempo que se reducen al mínimo sus efectos secundarios.
Gran parte de los esfuerzos del pasado se centraban en sustancias específicas consideradas nocivas. El problema es que puede pasar mucho tiempo antes de que dispongamos de datos suficientes para demostrar que lo son y, mientras tanto, estas se propagan. Abordar los problemas derivados del plomo de la gasolina y algunos pesticidas es un ejemplo de este tipo de intervenciones. A veces, las sustancias de reemplazo resultan igual de nocivas, de una forma u otra.
Por otro lado, son cada vez más inquietantes los riesgos que plantea la exposición a mezclas de sustancias químicas y el modo en que estas actúan cuando se combinan, un aspecto que normalmente no se tiene en cuenta al evaluarlas. Por otra parte, ahora sabemos que algunos grupos de población, como los niños y las personas con enfermedades crónicas, son más vulnerables que otros.
Es más, no todas las sustancias tienen efectos inmediatos, sino que pueden dar lugar a enfermedades con el paso de los años, como es el caso de los disruptores endocrinos, que disminuyen la fertilidad y hacen que aumente el colesterol y la obesidad. Algunas de estas sustancias producen efectos en dosis muy bajas, mientras que otras pueden pasar inadvertidas hasta que su acumulación alcanza niveles críticos que derivan en problemas de salud. En general, nuestros conocimientos acerca de los efectos de la presión química global sobre las personas y los ecosistemas siguen siendo muy escasos.
La UE está trabajando en diversos frentes para proteger a los ciudadanos. Contamos con la legislación REACH sobre sustancias químicas, que probablemente sea la más avanzada del mundo en la materia y que en la actualidad está en proceso de revisión. La Comisión Europea también está realizando una revisión de adecuación y eficacia de la reglamentación vigente en la materia. El Parlamento Europeo ha planteado el tema de la exposición a mezclas de sustancias químicas y los ciclos de materiales limpios en la economía circular; además, la Comisión está preparando una estrategia para lograr un medio ambiente sin tóxicos.
Asimismo, diversas agencias de la UE están estudiando diferentes aspectos de las sustancias químicas. La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas de Helsinki apoya la aplicación de la legislación REACH, y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria en Parma está examinando qué sustancias podrían encontrarse en los alimentos. Una de las agencias de la UE está trabajando en la seguridad de los medicamentos; otra, en la seguridad y la salud en el trabajo y, actualmente, está en marcha también una nueva iniciativa especial sobre biovigilancia humana para obtener mejor información sobre la exposición real de los ciudadanos a estas sustancias. Por lo tanto, las iniciativas emprendidas son numerosas, pero siguen surgiendo preguntas: ¿estamos utilizando las herramientas adecuadas para abordar la gestión de tantas sustancias químicas? ¿Podemos hacer algo más para estudiar el ciclo de vida de los productos y las sustancias químicas?
La Iniciativa Europea sobre Biovigilancia Humana (HBM4EU), de la que la AEMA forma parte, investiga expresamente la exposición de los ciudadanos de la UE a las sustancias químicas, independientemente de su fuente de procedencia. Mediante la toma y el análisis de muestras de sangre, el plan consiste en averiguar, entre otras cosas, si hay zonas de exposición peligrosas a escala local o regional, a qué sustancias estamos expuestos y si algunos grupos de población están más expuestos que otros. Esta información debería contribuir a localizar las fuentes de contaminación y constituir una herramienta que puedan usar los responsables políticos para dar prioridad a intervenciones y dirigirlas a objetivos específicos.
Otro elemento del proyecto es facilitar a la población información sólida y objetiva sobre las sustancias. En el pasado hemos visto, sobre todo en el norte de Europa, que la participación activa de los ciudadanos, por ejemplo a través de las ONG, puede impulsar el diálogo y la colaboración con las empresas y los responsables políticos que se necesitan para lograr un cambio positivo.
La AEMA desempeña un papel bastante amplio en el desarrollo de conocimientos sobre el problema de los efectos de estas sustancias en la salud de las personas y en el medio ambiente, y también sobre la prevención y gestión de los residuos en la economía circular.
Al mismo tiempo, gran parte de la labor que realizamos en distintos ámbitos temáticos está relacionada también con las sustancias químicas. Por ejemplo, los efectos de la contaminación atmosférica, las emisiones de la industria, los gases de efecto invernadero, las sustancias que agotan la capa de ozono y los contaminantes del agua y la tierra se deben en gran medida a las sustancias químicas. En el caso de algunas de estas, desarrollamos indicadores y prestamos apoyo para que los datos sobre este tipo de sustancias sean de libre acceso para los investigadores, los responsables políticos y la población. Llevamos a cabo esta labor a través de nuestro sitio web y por medio de otros sistemas, como la plataforma informativa sobre seguimiento de productos químicos (IPCHEM). En definitiva, el papel que desempeñamos en este ámbito es relativamente pequeño, pero creo que podemos tener una labor importante si examinamos el contexto social en un sentido más amplio, incluido, por ejemplo, el modo en que las sustancias químicas obstaculizan o facilitan el cambio hacia una economía circular e hipocarbónica en Europa.
Xenia Trier
Experta en sustancias químicas de la AEMA
Entrevista publicada en el Boletín de la AEMA número 2017/2, de junio de 2017.
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