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¿Hoy tiene en el menú pescado con una ensalada sencilla de guarnición? ¿Va a teñirse o lavarse el pelo? Desde el pescado que comemos hasta los productos cosméticos y de limpieza, todos los días estamos expuestos a numerosas sustancias químicas. Dependiendo de las sustancias químicas y de cuánto tiempo estemos expuestos a ellas, pueden afectar a nuestra salud.
Podemos estar rodeados de sustancias químicas tóxicas en dosis bajas durante mucho tiempo sin llegar a ser conscientes de ello. Ya se trate de sustancias químicas persistentes como las PFAS o de microplásticos, los contaminantes de los ríos y mares europeos puede llegar al pescado y el marisco que forman parte de nuestra dieta. Lo mismo puede decirse de los productos agrícolas que comemos: las naranjas y las peras de la merienda podrían estar contaminadas con residuos de plaguicidas.
Se sabe o se sospecha que algunas sustancias químicas utilizadas en los pesticida provocan una serie de enfermedades crónicas, como diabetes, cáncer y trastornos neurodegenerativos, así como una reducción de la fertilidad y la aparición de defectos congénitos. Si bien los datos de seguimiento recientes indican que es poco probable que la exposición alimentaria a los plaguicidas por separado plantee riesgos para la salud, estamos expuestos a mezclas de plaguicidas en nuestra dieta diaria. Debemos comprender mejor sus efectos acumulativos.
El proyecto europeo de investigación sobre biomonitorización humana(HBM4EU) analizó la presencia de una serie de sustancias químicas peligrosas en miles de voluntarios europeos. En el 84 % de las personas analizadas estaban presentes al menos dos plaguicidas en el torrente sanguíneo.
También podemos vernos afectados indirectamente por los efectos de los plaguicidas sobre los polinizadores y otros insectos, que son vitales para la producción de alimentos.
En los últimos años se han prohibido en la UE numerosas sustancias empleadas en los plaguicidas. Aun así, tenemos que reducir el volumen global de plaguicidas que utilizamos mediante un control de plagas respetuoso con el medio ambiente o mediante la transición hacia una agricultura ecológica y de precisión. También debemos establecer controles y normas más eficaces antes de permitir el uso y la venta de nuevas sustancias químicas.
Los bisfenoles son un grupo de sustancias químicas motivo de preocupación formado por sustancias químicas sintéticas que se utilizan para fabricar plásticos y resinas. En la UE, el bisfenol A ya no puede utilizarse en los biberones. Una vez ingerido, este alterador endocrino puede interferir en la forma en la que nuestro organismo produce y regula las hormonas y provocar problemas de desarrollo.
Más del 90 % de los participantes en el proyecto HBM4EU de diez países tenían bisfenol A en el organismo. La preocupación por el bisfenol A ha llevado a sustituirlo por bisfenol S y bisfenol F, que se detectaron en más del 60 % de los participantes. Más del 17 % de los niños y adolescentes de Europa están en riesgo por la exposición a los ftalatos, otra familia de sustancias químicas que se utiliza principalmente para ablandar los plásticos.
Luego están las PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas), un grupo formado por miles de sustancias químicas sintéticas que son persistentes, es decir, que pueden permanecer en el medio ambiente para siempre. Se utilizan en una gran variedad de productos: desde el revestimiento antiadherente de las sartenes hasta el esmalte de uñas, los tejidos hidrófugos y los medicamentos. Y se encuentran por todas partes, incluso en la leche materna y en la cima del Everest.
Solo algunas de esas PFAS se han estudiado en profundidad, aunque sabemos que las más estudiadas resultan tóxicas y afectan negativamente a la salud. Algunas PFAS también se acumulan en los organismos vivos y pueden alcanzar elevadas concentraciones en el pescado y la carne que comemos. Otras PFAS pueden acabar en las aguas subterráneas y llegar a contaminar el agua potable.
Fuente: AEMA (2019).
Europa sigue produciendo y consumiendo grandes cantidades de sustancias químicas peligrosas que posteriormente se liberan al medio ambiente y pueden plantear riesgos para la salud. Al mismo tiempo, Europa cuenta con algunas de las legislaciones más restrictivas en materia de productos químicos y con las políticas más ambiciosas a escala mundial, como la estrategia de la UE sobre productos químicos y el plan de acción «contaminación cero».
Los productos químicos industriales se regulan a través del reglamento REACH. Existen otras leyes sobre productos concretos como los biocidas, los plaguicidas, los cosméticos y los productos farmacéuticos. También existen límites a la presencia de contaminantes químicos y residuos de plaguicidas en los alimentos.
En general, el Pacto Verde Europeo y su plan de acción «contaminación cero» persiguen un medio ambiente sin toxinas en el que la contaminación del aire, el agua y el suelo dejen de perjudicar la salud y la naturaleza.
Las sustancias químicas peligrosas siguen siendo un grave y creciente motivo de preocupación para nuestra salud y el medio ambiente, ya que los ecosistemas y las personas estamos expuestos a un cóctel químico. Pero esas sustancias químicas se producen por una razón: nos protegen del fuego o la lluvia, conservan los alimentos durante más tiempo y defienden nuestras cosechas. ¿Qué ocurriría si pudiéramos sustituirlas por alternativas más seguras y sostenibles y eliminar gradualmente las perjudiciales?
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