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Se necesitan recortes globales en las emisiones y una adaptación sin precedentes para evitar los peores impactos de la crisis climática. A día de hoy los científicos no tienen datos cuantitativos detallados sobre la pérdida de biodiversidad debido al cambio climático, pero lo que está ampliamente reconocido es que el estado de la naturaleza en Europa y en el mundo es tan alarmante como el aumento de las temperaturas.
Las crisis climática y de biodiversidad también están vinculadas de muchas maneras. Tal vez, lo más importante es que ambas son causadas en última instancia por unos sistemas insostenibles de producción y consumo, lo que incluye entre otras cosas cuánta energía extraemos y cómo la utilizamos.
La edición de 2022 de “Señales” de la AEMA proporciona una visión de conjunto sobre la energía y la sostenibilidad en una Europa en recuperación de la pandemia de COVID-19 que afronta una guerra en Ucrania y se ha marcado unos objetivos ambiciosos en materia de protección del clima, la naturaleza y la salud de las personas.
La invasión rusa de Ucrania no ha cambiado la realidad de la crisis climática ni la degradación de la naturaleza, pero ha añadido otra dimensión a los esfuerzos de Europa por hacer que nuestro sistema energético sea más sostenible.
Reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles es el hilo conductor de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, y ahora está claro que también es el camino hacia una mayor seguridad energética. Rusia está utilizando los combustibles fósiles, en concreto el gas, para amenazar y poner a prueba a Europa de una manera que no sería posible si contásemos con un sistema energético basado principalmente en una sólida red europea de fuentes renovables nacionales interconectadas.
Construir un sistema energético sostenible para Europa requiere tiempo y las decisiones que tomemos ahora definirán nuestras opciones para las próximas décadas, algo que se hace especialmente patente en relación con las costosas infraestructuras energéticas. Dadas las circunstancias actuales, Europa necesita reaccionar, no solo rápidamente, sino también en la dirección correcta, para evitar “hipotecarse” a largo plazo con soluciones incompatibles con lo que queremos dejar a las generaciones futuras.
Ahorrar energía es algo que todos podemos hacer en nuestro día a día. Bajar la calefacción, proveer a los hogares de buenos materiales aislantes, utilizar menos agua caliente, usar modos de transporte más ecológicos…Muchos de estos gestos ya nos son familiares y tendrían beneficios inmediatos en toda Europa. La energía ahorrada será siempre la más limpia y barata y nos ayudará a todos durante el próximo invierno, juntos.
Los países y ciudadanos europeos han mostrado una enorme solidaridad con Ucrania y dentro de la UE. Estos esfuerzos y aún más, serán necesarios en los próximos meses, años y, probablemente, décadas. Este invierno, los altos costes de la energía están perjudicando a muchos hogares europeos, especialmente a los que ya tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Los efectos cada vez más graves del cambio climático también afectan a menudo a las personas que ya son vulnerables. Debemos compartir y asumir estas cargas con solidaridad.
También a nivel global, los peores impactos del cambio climático se sentirán principalmente en las regiones que menos han contribuido al problema y que tienen menos recursos para la adaptación. Y debemos ser justos con las generaciones futuras. La noción de justicia intergeneracional nos obliga a cuidar las oportunidades y la seguridad de aquellos que nos sucederán.
© Esther Castillo, Well with Nature /EEA
En este contexto de múltiples crisis, sería fácil perder la esperanza. Pero los grandes desafíos de este siglo los hemos creado los humanos y somos nosotros quienes pueden resolverlos. De hecho, las soluciones ya existen y deben utilizarse sin dilación. Las nuevas tecnologías pueden acelerar el progreso, pero sentarse a esperar ya no es una opción viable. La inacción es cada vez más costosa y poco ética.
La urgencia de tomar medidas no significa que tengamos que renunciar a los principios básicos de la toma de decisiones y el establecimiento de objetivos comunes. El Pacto Verde Europeo demuestra que las políticas necesarias pueden aplicarse mediante un proceso plenamente democrático.
Cuando se les dé la oportunidad, los ciudadanos apoyarán políticas claras, justas y que ofrezcan la perspectiva de un futuro mucho más seguro para todos. Los ciudadanos deben participar de lleno. En todo caso, la complejidad de nuestros retos requiere más compromiso, más diálogo y una mejor consideración de las diferentes realidades en las que viven las personas.
Cuando me incorporé a la AEMA, hace casi 10 años, había objetivos sobre el clima y la biodiversidad principalmente hasta 2020. Durante los últimos años, Europa, con el Pacto Verde Europeo, ha marcado decididamente el rumbo a largo plazo hacia la consecución de un futuro mejor, más justo y más sostenible.
Lo que hace falta ahora es mantener ese rumbo y avanzar con una clara determinación para materializar esta agenda, al tiempo que se protege e incluso se refuerza el «modelo europeo», que se basa en valores democráticos, el Estado de Derecho y un modelo social que cuide del bienestar para todos.
D. Hans Bruyninckx,
director ejecutivo de la AEMA
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