Suelo
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El suelo es mucho más que arena inerte y sedimentos. Está lleno de vida, desde organismos microscópicos a mamíferos más grandes, todos en interacción en una serie de microhábitats igualmente diversos. Sus interacciones nos proporcionan alimento y fibra, agua limpia, aire limpio y procesos industriales sin sustancias químicas sintéticas, y pueden incluso proporcionar curas para muchas enfermedades. Hemos hablado con el Dr. David Russell del Museo Senckenberg de Historia Natural (Alemania) sobre la biodiversidad y lo que supone para nuestro planeta.
La mayoría de los alimentos que comemos se producen en la tierra y en el suelo. Lo que comemos y cómo lo producimos ha cambiado de forma significativa en el último siglo, junto con la sociedad y el paisaje europeos. La intensificación de la agricultura ha permitido que Europa produzca más alimentos a precios más asequibles, aunque a expensas del medio ambiente y de la agricultura tradicional. Ha llegado el momento de replantearnos nuestra relación con los alimentos que ponemos en el plato y con la tierra y las comunidades que los producen.
Diferentes políticas mundiales, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS), incluyen de manera directa e indirecta a la tierra y al suelo. Muchos de estos ODS no pueden alcanzarse sin suelos sanos y sin un uso sostenible del suelo. Más abajo se ofrece una visión general de los ODS con fuertes vínculos con el suelo.
El suelo desempeña un papel fundamental en los ciclos de la naturaleza, incluido el ciclo de nutrientes, lo que implica cuánta materia orgánica del suelo (es decir, el carbono, el nitrógeno y el fósforo) es absorbida y almacenada en el suelo. Los componentes orgánicos, como las hojas y las puntas radiculares, son divididos en compuestos más sencillos por parte de organismos que viven en el suelo antes de poder ser utilizados por las plantas. Algunas bacterias del suelo convierten el nitrógeno de la atmósfera en nitrógeno mineral, que es esencial para el crecimiento de las plantas. Los fertilizantes introducen nitrógeno y fosfatos para facilitar el crecimiento de las plantas, aunque no toda su cantidad es absorbida por las plantas. El exceso de estas sustancias puede alcanzar a los ecosistemas de ríos y lagos, afectando a las formas de vida de estos ecosistemas acuáticos.
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