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Vivir en un clima cambiante

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Article Publicado 08/10/2015 Última modificación 21/03/2023
Photo: © Mariusz Warsinski, Environment & Me/EEA
Nuestro clima está cambiando. Los estudios científicos demuestran que la temperatura media del planeta va en aumento y que las pautas de precipitación están cambiando. También evidencian que se están derritiendo los glaciares, los hielos árticos y la capa de hielo de Groenlandia. El Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático revela que el calentamiento registrado desde mediados del siglo XX se debe fundamentalmente al incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero a consecuencia de las emisiones generadas por la actividad del ser humano. El uso de combustibles fósiles y los cambios en los usos del suelo son los principales factores responsables de este incremento.

Es evidente que tenemos que reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero de forma sustancial si queremos evitar los efectos más negativos del cambio climático. También es evidente que hemos de adaptarnos a los cambios del clima. Aunque logremos reducir estas emisiones en gran medida, se estima que el clima va a sufrir cambios que se notarán en todo el mundo, incluida Europa. Es previsible que las sequías y las inundaciones sean cada vez más frecuentes e intensas. El aumento de las temperaturas, los cambios en los niveles y pautas de precipitación o los episodios meteorológicos extremos afectan ya a nuestra salud, al medio ambiente natural y a la economía.

El cambio climático nos afecta

Quizá no seamos conscientes de ello, pero el cambio climático nos afecta a todos: agricultores, pescadores, asmáticos, ancianos, niños, habitantes de las ciudades, esquiadores, bañistas, etc. Los episodios meteorológicos extremos, como inundaciones y oleajes huracanados, pueden devastar pequeñas comunidades e incluso regiones y países. Las olas de calor pueden agravar la contaminación atmosférica, agravar enfermedades respiratorias y cardiovasculares y, en algunos casos, causar víctimas mortales.

El calentamiento de los océanos pone en peligro el equilibrio de toda la cadena trófica y, por tanto, la vida marina, ejerciendo mayor presión sobre poblaciones de peces ya sobreexplotadas. El aumento de las temperaturas también puede alterar la capacidad de almacenamiento de carbono del suelo: el segundo sumidero de carbono del mundo después de los océanos. Las sequías y el calor pueden afectar a la producción agraria, intensificando la competencia entre sectores económicos por recursos preciosos como el agua y la tierra.

Estos efectos se traducen en pérdidas reales. Un estudio reciente calcula que, si no se adoptan medidas de adaptación, Europa podría alcanzar una cifra anual de 200 000 muertes relacionadas con el calor en 2100. El coste de los daños ocasionados por las inundaciones podría superar los 10 000 millones de euros al año. Otros efectos del cambio climático son los daños causados por los incendios forestales, la reducción de las cosechas o los días de baja laboral por enfermedades respiratorias.

Ante semejantes impactos actuales y futuros, los europeos no tienen más opción que adaptarse al cambio climático. Ya existe una estrategia de adaptación a escala de la Unión Europea (UE) para ayudar a los países a planificar sus actividades en este sentido, y más de veinte países europeos han adoptado estrategias de adaptación nacionales.

Algunos de los proyectos de adaptación que hay en marcha comprenden grandes proyectos de construcción de nuevas infraestructuras (por ejemplo, diques y colectores de aguas pluviales), mientras otros proponen la restauración de ecosistemas para que la naturaleza pueda hacer frente a impactos del cambio climático como el exceso de agua o calor. Existen distintas iniciativas y oportunidades de financiación para ayudar a países, ciudades y regiones a prepararse para los impactos del cambio climático y para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Reducción de las emisiones

La gravedad del cambio climático dependerá de en qué medida y con qué rapidez seamos capaces de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que liberamos a la atmósfera. El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestro tiempo. Es un problema global que nos afecta a todos. La comunidad científica recomienda vivamente limitar el incremento de las temperaturas medias globales y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar los efectos adversos del cambio climático. En el ámbito de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la comunidad internacional ha acordado limitar el incremento de la temperatura media del planeta a 2 °C por encima de los niveles preindustriales.

Si la temperatura media global aumenta más de 2 °C, el cambio climático tendrá efectos mucho más graves para nuestra salud, para el medio ambiente natural y para la economía. Un incremento medio de 2 °C significa que las temperaturas se elevarán más de esos 2 °C en determinadas partes del mundo, sobre todo en el Ártico, donde el impacto será mayor y pondrá en peligro sistemas naturales únicos.

La Unión Europea ha marcado ambiciosos objetivos de mitigación del cambio climático a largo plazo. En 2013, la UE ya había reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero un 19 % con respecto a los niveles de 1990. El objetivo de reducción del 20 % para 2020 está al alcance.

Que se consiga reducir al menos un 40 % de las emisiones interiores (es decir, las emisiones generadas en la UE) hasta 2030 y entre un 80 % y un 95 % hasta 2050 dependerá en parte de la capacidad que tenga la UE para canalizar fondos públicos y privados suficientes para la financiación de tecnologías sostenibles e innovadoras. Es fundamental establecer precios y reglamentaciones del carbono eficaces para orientar la inversión hacia innovaciones compatibles con el clima, en el ámbito de las energías renovables y la eficiencia energética en particular. En algunos casos, las decisiones de financiación también pueden conllevar desinversiones en algunos sectores y reestructuraciones en otros.

Las reducciones de las emisiones en los Estados miembros de la UE solo resolverían el problema en parte, porque la Unión Europea es responsable actualmente de apenas el 10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Es evidente que para alcanzar el objetivo de los 2 °C hace falta un esfuerzo global de recorte sustancial de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta. La comunidad científica estima que, para conseguir dicho objetivo, solo puede emitirse una cantidad limitada de carbono a la atmósfera hasta finales de siglo. El mundo ya ha gastado la mayor parte de este «presupuesto de carbono». Al ritmo actual, dicho presupuesto se habrá agotado mucho antes del año 2100.

Los estudios científicos demuestran que, para aumentar nuestras opciones de limitar el incremento de la temperatura media a 2 °C, las emisiones globales deben tocar techo en 2020 y comenzar a reducirse a partir de entonces. En este contexto, las conversaciones sobre el clima (COP21) que tendrán lugar próximamente en París deben ser el punto de inflexión para alcanzar un acuerdo global de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y asistencia a los países en desarrollo.

Un futuro bajo en carbono es posible con miras a 2050

La raíz del problema son las pautas insostenibles de consumo y producción. Basándose en las últimas tendencias observadas en el ambiente europeo y en megatendencias globales, nuestro reciente informe «El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2015» aboga por la transición a una economía verde. La economía verde es una forma de vida sostenible que nos permite vivir bien dentro de los límites de nuestro planeta. Esta transición acarrea cambios estructurales en sistemas esenciales, como la energía y el transporte, que requieren inversiones en infraestructuras a largo plazo.

Los europeos ya estamos invirtiendo en estos sistemas esenciales. El reto consiste en conseguir que todas las inversiones actuales y futuras nos acerquen un paso más a la ecologización de nuestra economía y que no nos mantengan en una senda de desarrollo insostenible. Si Europa realiza las inversiones adecuadas hoy, no solo reducirá al mínimo los costes totales del cambio climático, sino que reforzará sus capacidades en las florecientes ecoindustrias: la economía del futuro. Al final, a todos nos interesa definir cómo será la vida con el cambio climático.

El reto al que nos enfrentamos puede parecer abrumador, pero no importa lo difícil que sea, el objetivo de 2 °C sigue estando a nuestro alcance. Ahora lo que necesitamos es la valentía y la ambición suficientes para conseguirlo.

Hans Bruyninckx
Director ejecutivo de la AEMA

Los cambios del clima nos afectarán en casi todos los aspectos de la vida. El incremento de la intensidad y frecuencia de la pluviosidad en muchas partes de Europa acarreará inundaciones graves y frecuentes. En el resto de Europa, incluidos los países del sur, el aumento de las temperaturas y la reducción de la pluviosidad harán que muchas zonas puedan padecer sequía.

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