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¿Estamos listos para el cambio climático?

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Article Publicado 08/10/2015 Última modificación 21/03/2023
Photo: © Billy Horan, Environment & Me/EEA
El cambio climático causa diversos impactos sobre nuestra salud, los ecosistemas y la economía. Es probable que estos impactos sean cada vez más graves en las próximas décadas y, si no se corrigen, pueden resultar muy costosos en términos de problemas de salud, efectos adversos para los ecosistemas y daños en propiedades e infraestructuras. Europa tiene ya en marcha numerosos proyectos de adaptación a los cambios del clima.

El año 2014 será recordado en toda Europa por sus episodios meteorológicos extremos. En mayo de 2014, un ciclón golpeó el sureste de Europa, provocando inundaciones generalizadas y 2 000 corrimientos de tierras en los Balcanes. A principios de junio, una serie de fuertes tormentas azotaron el norte de Europa. En julio, Europa sufrió otro tipo de problema: el calor. Europa Oriental y el Reino Unido padecieron una ola de calor.

Los episodios meteorológicos extremos van a continuar, al igual que los cambios graduales del clima, como la elevación del nivel del mar y el calentamiento de los océanos. De hecho, es previsible que estos episodios sean cada vez más frecuentes e intensos en el futuro. Aunque todos los países redujeran radicalmente sus emisiones de gases de efecto invernadero hoy mismo, los gases ya liberados a la atmósfera seguirían produciendo un efecto de calentamiento en el clima. Además de reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero, los países de Europa y del resto del mundo deben aplicar políticas y medidas de adaptación al cambio climático.

El clima europeo está cambiando

Los cambios del clima nos afectarán en casi todos los aspectos de la vida. El incremento de la intensidad y frecuencia de la pluviosidad en muchas partes de Europa acarreará inundaciones graves y frecuentes, que destruirán viviendas y afectarán a otras infraestructuras (por ejemplo, transporte y energía) localizadas en áreas de riesgo. En el resto de Europa, incluidos los países del sur, el aumento de las temperaturas y la reducción de la pluviosidad harán que muchas zonas puedan padecer sequía. Esto podría generar competencia por los escasos recursos hídricos entre la agricultura, la industria y los hogares. También podría acarrear mayor incidencia de problemas de salud relacionados con el calor.

El cambio climático también afectará a los ecosistemas europeos. Muchos sectores económicos dependen de la salubridad y estabilidad de los ecosistemas para proporcionar diversos productos y servicios a las personas. Por ejemplo, las abejas polinizan los cultivos, mientras los bosques contribuyen a absorber los gases de efecto invernadero. Los cambios en el equilibrio de las especies y los hábitats en los ecosistemas podrían tener efectos de gran alcance. La reducción de la pluviosidad en el sur de Europa podría hacer imposible la producción de ciertos cultivos, mientras que el aumento de las temperaturas podría promover la migración al norte de especies alóctonas invasoras y especies portadoras de enfermedades.

El calentamiento de los océanos ya está forzando a varias especies de peces a desplazarse hacia el norte, incrementando a su vez la presión sobre el sector pesquero. Por ejemplo, el desplazamiento de las poblaciones de caballa hacia el norte ha agravado el problema de sobreexplotación pesquera del arenque y la caballa en el Atlántico Nordeste.

El cambio climático tiene un coste

Los episodios meteorológicos extremos pueden acarrear pérdidas de vidas y detener la actividad económica y social del área afectada. A menudo es preciso destinar importantes cantidades de dinero a la reconstrucción de infraestructuras y propiedades. Sin embargo, la mayor parte de los daños ocasionados por los episodios meteorológicos extremos en las últimas décadas no pueden imputarse únicamente al cambio climático, sino al desarrollo socioeconómico y a decisiones como la expansión de las ciudades hacia las llanuras aluviales. Pero sin actuaciones de adaptación, es previsible que los costes por daños y otros efectos adversos sigan aumentando al tiempo que cambia el clima.

El futuro cambio climático podría acarrear costes muy importantes. Un estudio reciente calcula que, si no se adoptan medidas de adaptación, Europa podría alcanzar una cifra anual de 200 000 muertes relacionadas con el calor en 2100, mientras que el coste de los daños ocasionados por las inundaciones podría superar los 10 000 millones de euros al año. Si se produce un cambio climático generalizado y no se adoptan medidas de adaptación, los incendios forestales podrían calcinar una superficie aproximada de 800 000 hectáreas al año. El número de personas afectadas por las sequías también podría multiplicarse por siete hasta alcanzar los 150 millones al año, mientras que las pérdidas económicas generadas por la elevación del nivel del mar se triplicarían hasta situarse en 42 000 millones de euros anuales.

Aunque se cree que el cambio climático acarreará sobre todo costes para la sociedad, también puede generar un número limitado de oportunidades, a menudo acompañadas de nuevos riesgos. Al ser más cálidos los inviernos en el norte de Europa, podría ser necesaria menos calefacción. Por otra parte, al ser más calurosos los veranos, podría aumentar el consumo de energía de refrigeración. La desaparición de los hielos marinos podría abrir corredores marítimos en el Ártico que reducirían los costes del transporte. Pero el incremento de la navegación podría exponer el medio ambiente ártico a la contaminación, por lo que sería necesaria una regulación que velase por su seguridad y limpieza.

Sean cuales sean los impactos previstos —ya sea más lluvia, temperaturas más altas o menos agua dulce—, los países europeos tendrán que adaptar su paisaje rural, sus ciudades y su economía para reducir nuestra vulnerabilidad al cambio climático.

¿Qué es la adaptación al cambio climático?

El término «adaptación» comprende muy diversas actividades y políticas que tratan de preparar a la sociedad para los cambios del clima. Las políticas de adaptación pueden reducir los impactos y los costes de los daños ocasionados por el cambio climático y preparar a las sociedades para prosperar y desarrollarse en un clima modificado. Algunas de estas actuaciones tienen costes relativamente bajos, como las campañas informativas sobre cómo mantenerse fresco en un clima caluroso o los sistemas de alerta previa a las olas de calor. Otras medidas de adaptación pueden ser muy caras, como la construcción de diques y defensas costeras (estas medidas suelen recibir el nombre de «adaptación gris»), la reubicación de viviendas fuera de las llanuras aluviales o la ampliación de las cuencas de retención para hacer frente a las sequías.

Algunas medidas de adaptación implican el uso de métodos naturales para incrementar la resistencia de una zona al cambio climático. Estas acciones de «adaptación verde» incluyen la restauración de dunas arenosas para evitar la erosión o la plantación de árboles en las riberas de los ríos para prevenir inundaciones. En los Países Bajos, el ayuntamiento de Nijmegen ha aplicado este tipo de medidas. El río Waal se estrecha y forma meandros alrededor de esta ciudad costera, provocando inundaciones. Para prevenir daños, el ayuntamiento está construyendo un canal que supondrá un desahogo para el río, creando además nuevos espacios para el ocio y la naturaleza.

El programa neerlandés Construir con la Naturaleza es otro buen ejemplo de combinación de la adaptación verde y gris que ha fomentado la recuperación de humedales costeros, como pantanos, cañaverales, marismas y planicies lodosas. Estos humedales contribuyen a prevenir la subsidencia del suelo gracias a las estructuras de las raíces de sus plantas. La prevención de la subsidencia del suelo en las zonas costeras es una forma de proteger el entorno contra las inundaciones.

Otras medidas de adaptación consisten en la aplicación de leyes, impuestos, incentivos financieros y campañas de información para mejorar la resistencia al cambio climático (lo que se conoce como «adaptación suave»). Una campaña informativa en Zaragoza (España) hizo a los 700 000 habitantes de la ciudad más conscientes de la necesidad de utilizar el agua racionalmente para sobrevivir a las sequías de mayor duración esperadas en esta región semiárida. Combinado con el control de pérdidas en la red de abastecimiento, el proyecto ha reducido casi a la mitad el consumo de agua por persona y día con respecto a 1980 y el consumo total de agua de la ciudad ha bajado un 30 % desde 1995.

La adaptación en la Unión Europea

La Unión Europea y sus Estados miembros están trabajando ya en la adaptación al cambio climático. En 2013, la Comisión Europea adoptó su Comunicación «Estrategia de adaptación al cambio climático de la UE» para ayudar a los países a planificar sus actividades de adaptación. Esta Estrategia también promueve la creación y el intercambio de conocimientos y tiene por objeto destinar fondos europeos a mejorar la resistencia de sectores clave. Más de veinte países europeos han adoptado ya estrategias de adaptación, que perfilan las medidas iniciales que van a adoptar (por ejemplo, evaluación e investigación de vulnerabilidades) y cómo tienen previsto adaptarse a los cambios del clima. Sin embargo, en lo que respecta a actuaciones concretas sobre el terreno, muchos países se encuentran todavía al principio del proceso.

Una encuesta de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) sobre medidas de adaptación reveló que la gestión hídrica es el sector prioritario para la mayoría de los países. Sin embargo, también destinan recursos a informar a sus ciudadanos. Por ejemplo, dentro de sus esfuerzos por reducir la propagación de enfermedades transmitidas por insectos, la región de Emilia-Romaña ha puesto en marcha una campaña de concienciación sobre los riesgos de la enfermedad de Lyme, el dengue y la enfermedad del Nilo Occidental.

Muchos países han creado plataformas de internet para facilitar el intercambio de conocimientos, experiencias y buenas prácticas de adaptación a nivel local, nacional y transnacional. El portal Climate-ADAPT, administrado por la AEMA y la Comisión Europea, ofrece una plataforma europea para intercambiar este tipo de experiencias.

No adaptar no es una opción viable

Debido a los episodios meteorológicos extremos y a las políticas de la Unión Europea, los países europeos han dado mayor prioridad a las políticas y medidas de adaptación en las últimas décadas. Sin embargo, a juzgar por una encuesta reciente, muchos países no pueden adoptar medidas por falta de tiempo o recursos económicos o tecnológicos. Las «incertidumbres sobre el alcance del futuro cambio climático» y las «responsabilidades confusas» también eran consideradas obstáculos por numerosos países.

Los efectos del cambio climático varían de una región a otra. Los responsables políticos también se enfrentan a la dificultad de incorporar las futuras variaciones de la riqueza, de las infraestructuras y de la población a sus planes de adaptación al cambio climático. ¿Qué necesitará una población cada vez más mayor y urbanizada en términos de transporte, vivienda, energía, servicios sanitarios o simplemente producción de alimentos en un clima cambiante?

Frente al tratamiento de la adaptación como una esfera política independiente, la mejor vía de implementación es procurar integrarla todo lo posible en todos los demás ámbitos de la política pública. Dentro de sus estrategias de adaptación, la Unión Europea y sus Estados miembros estudian cómo integrarla en distintos ámbitos de acción política, como la agricultura, la salud, la energía o el transporte.

Los episodios meteorológicos extremos en particular demuestran que la decisión de no adaptarse sale muy cara y no es una opción viable a medio y largo plazo. Por ejemplo, las infraestructuras de transporte suelen sufrir graves daños a consecuencia de las inundaciones. Cuando se obstaculiza el movimiento de personas, bienes o servicios, los costes indirectos para la economía pueden ser mucho mayores que el coste directo de los daños causados a las infraestructuras de transporte.

Es evidente que la adaptación de las infraestructuras de transporte, como la de muchos otros proyectos de infraestructuras, es costosa. También puede ser difícil porque en el sistema de transporte participan varios grupos, desde los fabricantes de vehículos hasta los viajeros, pasando por los administradores de infraestructuras. Una solución rentable es tener en cuenta las medidas de adaptación cuando se construyen o se remodelan las infraestructuras y el presupuesto de la UE ofrece distintas oportunidades de financiación en este sentido.

Una solución eficaz requiere una perspectiva amplia y a largo plazo que integre el cambio climático en distintas políticas públicas en torno a la sostenibilidad. En el caso de la adaptación al cambio climático, esto suscita dudas acerca de cómo construir las ciudades, como transportar personas y productos, cómo suministrar energía a viviendas y fábricas, cómo producir los alimentos y cómo administrar el medio natural.

También es evidente que una combinación eficaz de medidas de adaptación y mitigación puede ayudar a limitar los impactos futuros del cambio climático y a que, cuando lleguen, Europa esté mejor preparada y sea más resistente.

El cambio climático causa diversos impactos sobre nuestra salud, los ecosistemas y la economía. Es probable que estos impactos sean cada vez más graves en las próximas décadas y, si no se corrigen, pueden resultar muy costosos en términos de problemas de salud, efectos adversos para los ecosistemas y daños en propiedades e infraestructuras.

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