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Los residuos: ¿un problema o un recurso?

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Article Publicado 11/07/2014 Última modificación 05/11/2021
Photo: © Andrzej Bochenski / EEA
Los residuos no solo constituyen un problema medioambiental, sino también una pérdida económica. Los europeos producen una media de 481 kilos de residuos urbanos al año. De estos residuos, cada vez son más los que se reciclan o compostan, y menos los que se destinan a los vertederos. ¿Cómo podemos cambiar la forma en que producimos y consumimos para generar cada vez menos residuos, y utilizar todos los residuos como recurso?

Europa genera grandes cantidades de residuos: residuos procedentes de los alimentos y los jardines, residuos de la construcción y la demolición, residuos de la minería, residuos industriales, lodos, televisores viejos, automóviles viejos, pilas y acumuladores, bolsas de plástico, papel, residuos sanitarios, ropa vieja y muebles viejos... La lista es interminable.

La cantidad de residuos que generamos está estrechamente vinculada a nuestros hábitos de consumo y de producción. El número de productos que se comercializan supone otro reto. Los cambios demográficos, como el aumento del número de hogares unipersonales, también repercuten en la cantidad de residuos que generamos (por ejemplo, el envasado de productos en unidades más pequeñas).

La gran variedad de tipos de residuos y las complejas vías de tratamiento de los residuos (incluidas las ilegales) hacen que resulte difícil tener una visión completa de los residuos generados y sus destinos. Hay datos, si bien de calidad variable, para todos los tipos de residuos.

¿Cuántos residuos generamos?

El Centro de Datos Ambientales sobre Residuos de la Unión Europea recopila los datos sobre residuos a escala europea. Según datos de 2010 correspondientes a veintinueve países europeos (es decir, la Europa de los Veintiocho y Noruega), aproximadamente el 60 % de los residuos generados son residuos minerales y tierra, procedentes en su mayoría de las actividades de construcción y demolición y la minería. En lo que respecta a los residuos de metales, papel y cartón, madera, productos químicos y médicos y los residuos animales y vegetales, cada tipo de residuo se situó entre el 2 y el 4 % del total.

Cerca del 10 % de los residuos totales generados en Europa se componen de lo que se denomina «residuos urbanos» —residuos generados principalmente por los hogares y, en menor grado, por pequeñas empresas y edificios públicos como escuelas y hospitales—.

En 2012, se generaron 481 kilos de residuos sólidos urbanos por persona en los treinta y tres países miembros de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). A partir de 2007 se evidencia una tendencia ligeramente descendente, que puede explicarse en parte por la crisis económica que afecta a Europa desde 2008.

Por el buen camino: más reciclado; menos vertidos

El ligero descenso observado en los residuos urbanos generados en la UE puede haber contribuido, en cierta medida, a reducir los impactos medioambientales de los residuos. Sin embargo, aunque las cantidades de residuos son importantes, la gestión de residuos también desempeña un papel fundamental.

En general, en la UE cada vez se reciclan más residuos y cada vez se destinan menos a los vertederos. En el caso de los residuos urbanos, el porcentaje de residuos reciclados o compostados en la Europa de los Veintisiete aumentó del 31 % en 2004 al 41 % en 2012.

Pese a estos logros, siguen existiendo grandes discrepancias entre los países. Por ejemplo, Alemania, Suecia y Suiza destinan menos del 2 % de sus residuos urbanos a los vertederos, mientras que Croacia, Letonia y Malta depositan en vertederos más del 90 %. La mayoría de los países con bajos porcentajes de vertidos presentan elevados porcentajes de reciclado e incineración, ambos por encima del 30 % de sus residuos urbanos totales.

La legislación de la UE establece objetivos ambiciosos

El cambio en la gestión de los residuos está estrechamente vinculado a la normativa de la UE en materia de residuos. El texto legislativo clave en este ámbito es la Directiva marco relativa a los residuos (DMR), que traza una jerarquía de gestión de residuos que empieza por la prevención, seguida de la preparación para la reutilización, el reciclado, la recuperación y, por último, el vertido. El objetivo de esta Directiva consiste en evitar, en la medida de lo posible, la generación de residuos, en utilizar los residuos generados como recurso y en reducir al mínimo la cantidad de residuos destinados a vertederos.

La DMR, al igual que otras directivas de la UE sobre residuos (sobre vertido de residuos, los vehículos al final de su vida útil, residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y acumuladores, residuos de envasado, etc.), incluye objetivos específicos. Por ejemplo, para 2020, cada país de la UE tendrá que reciclar la mitad de sus residuos urbanos; para 2016, deberán recogerse el 45 % de las pilas y acumuladores; para 2020, deberá reciclarse o recuperarse el 70 % de los residuos no peligrosos procedentes de la construcción y la demolición (por peso).

Los países de la UE pueden adoptar diferentes enfoques para cumplir sus objetivos de residuos, aunque algunos enfoques parecen funcionar mejor que otros. Por ejemplo, si se diseñan adecuadamente, los impuestos que gravan los vertidos parecen ser un método eficaz de reducción de los residuos depositados en vertederos. La responsabilidad ampliada del productor, que implica que el fabricante debe recuperar el producto al final de su vida útil, también parece eficaz.

Contaminación atmosférica, cambio climático, contaminación del suelo y del agua...

La gestión deficiente de los residuos contribuye al cambio climático y a la contaminación atmosférica, y afecta directamente a muchos ecosistemas y especies.

Los vertederos —considerados como el último recurso en la jerarquía de residuos— liberan metano, un potente gas de efecto invernadero vinculado al cambio climático. El metano está formado por microorganismos presentes en los vertederos y procedentes de los residuos biodegradables, como los alimentos, el papel y los residuos de jardín. Dependiendo de la manera en que han sido construidos, los vertederos pueden contaminar el suelo y el agua.

Una vez recogidos, los residuos son transportados y tratados. En el proceso del transporte se produce la emisión de dióxido de carbono —el gas de efecto invernadero más frecuente— y contaminantes atmosféricos, incluidas partículas, a la atmósfera.

Parte de estos residuos pueden incinerarse o reciclarse. La energía procedente de los residuos puede utilizarse para producir calor o electricidad, que pueden reemplazar a la energía producida con carbón u otros combustibles. Por consiguiente, la recuperación de energía de los residuos puede ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

El reciclado puede contribuir todavía más a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y de otro tipo. Si se utilizan materiales reciclados en lugar de materiales nuevos, será necesario extraer o producir menos materiales nuevos.

Los residuos afectan a los ecosistemas y a nuestra salud

Algunos ecosistemas, como los marinos y costeros, pueden verse gravemente afectados por la mala gestión de residuos o por la basura. La basura en el mar causa cada vez más preocupación y no solo por razones estéticas: muchas especies marinas corren un grave peligro al quedar enredadas entre la basura o al ingerirla.

Los residuos repercuten también indirectamente en el medio ambiente. Los residuos que no se reciclan ni se recuperan suponen una pérdida de materias primas y otros insumos utilizados en la cadena, es decir, en las fases de producción, transporte y consumo del producto. Los impactos medioambientales en el ciclo de vida son muy superiores a los impactos que se producen únicamente en las fases de gestión de residuos.

Directa o indirectamente, los residuos afectan de muchas maneras a nuestra salud y nuestro bienestar: los gases de metano contribuyen al cambio climático, los contaminantes atmosféricos se emiten a la atmósfera, las fuentes de agua dulce se contaminan, los cultivos crecen en suelo contaminado, y los peces ingieren productos químicos tóxicos que llegan, por consiguiente, a nuestros platos...

Las actividades ilegales, como los vertidos, la quema o las exportaciones ilegales, también tienen su importancia, pero resulta difícil estimar el verdadero alcance de tales actividades, o sus impactos.

Pérdida económica y costes de gestión

Los residuos también representan una pérdida económica y una carga para nuestra sociedad. La mano de obra y otros insumos (suelo, energía, etc.) utilizados en sus fases de extracción, producción, difusión y consumo también se pierden cuando se desechan las «sobras».

Además, la gestión de residuos cuesta dinero. La creación de una infraestructura para la recogida, la clasificación y el reciclado es cara, sin embargo, una vez que se ha puesto en marcha, el reciclado puede generar ingresos y crear puestos de trabajo.

Los residuos han adquirido, asimismo, una dimensión mundial vinculada a nuestras exportaciones e importaciones. Lo que consumimos y producimos en Europa podría generar residuos en otros lugares. Y, en algunos casos, se convierte en un producto objeto de comercio transfronterizo, tanto legal como ilegal.

Los residuos como recurso

¿Y si pudiésemos utilizar los residuos como recurso y, de este modo, reducir la demanda de extracción de nuevos recursos? Al extraer menos materiales y utilizar los recursos existentes ayudaríamos a evitar algunos de los impactos creados a lo largo de la cadena. En este contexto, los residuos no utilizados representan también una posible pérdida.

La conversión de los residuos en recursos para 2020 es uno de los objetivos fundamentales de la Hoja de ruta hacia una Europa eficiente en el uso de los recursos de la UE. Dicho documento también hace hincapié en la necesidad de garantizar un reciclado de alta calidad, la eliminación de la descarga en vertederos, la limitación de la recuperación de energía a los materiales no reciclables, y la erradicación del transporte ilegal de residuos.

Todo ello es posible. En muchos países, los residuos de cocina y de jardín representan el mayor porcentaje de residuos sólidos urbanos. Si se recogen por separado, estos residuos pueden convertirse en una fuente de energía o un fertilizante. La digestión anaerobia es un método de tratamiento de residuos mediante el que los biorresiduos son sometidos a un proceso de descomposición biológico similar al de los vertederos, pero en condiciones controladas. La digestión anaerobia produce biogás y material residual que, a su vez, puede utilizarse como fertilizante, como el compost.

Un estudio realizado por la AEMA en 2011 examinó los posibles beneficios de una mejor gestión de los residuos urbanos, con unos resultados sorprendentes. Una mejor gestión de los residuos urbanos entre 1995 y 2008 produjo una notable disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero atribuible, fundamentalmente, al descenso de las emisiones de metano procedentes de los vertederos y a las emisiones evitadas gracias al reciclado. Si, en 2020, todos los países cumplen plenamente los objetivos sobre el desvío de los residuos destinados a los vertederos recogidos en la Directiva sobre vertederos, podrían suprimirse otros 62 millones de toneladas equivalentes de CO2 de emisiones de gases de efecto invernadero del ciclo de vida, lo que contribuiría de forma significativa a los esfuerzos de la UE para mitigar el cambio climático.

Para abordar los residuos hay que empezar por prevenirlos

Los beneficios potenciales son inmensos y pueden facilitar la transición de la UE hacia una economía circular en la que nada se deseche. La progresión en la jerarquía de residuos entraña beneficios medioambientales incluso para los países con elevados índices de reciclado y recuperación.

Lamentablemente, nuestros sistemas de producción y consumo actuales no ofrecen muchos incentivos para la prevención y la reducción de los residuos. En primer lugar, es preciso rediseñar toda la cadena de valor, desde el diseño y el envasado de los productos hasta la elección de los materiales, teniendo en cuenta la prevención de residuos, para entonces poder convertir las «sobras» de un proceso en insumos de otro.

La progresión en la jerarquía de residuos exige un esfuerzo conjunto de todas las partes afectadas: consumidores, productores, responsables de la formulación de políticas, autoridades locales, instalaciones de tratamiento de residuos, etc. Los consumidores dispuestos a clasificar sus residuos domésticos solo pueden reciclar si existe una infraestructura para la recogida de los residuos que han clasificado. Y también sucede lo contrario: mientras los hogares no clasifiquen sus residuos, los municipios no podrán incrementar su porcentaje de reciclado.

En última instancia, los residuos constituirán un problema o un recurso en función de cómo los gestionemos.

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