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Cuando Carlos Sánchez nació en 1989, el área metropolitana de Madrid contaba con casi cinco millones de habitantes. Su familia vivía en un piso de dos habitaciones en el centro y no disponía de coche, pero sí televisión.
Por entonces, la familia de Carlos no era la única familia española que carecía de automóvil. En 1992, seis años después de su adhesión a la Unión Europea, el parque automovilístico español rondaba los 332 turismos por cada 1 000 habitantes. Casi dos décadas después, en 2009, 480 de cada 1 000 españoles tenía coche, una cifra ligeramente por encima de la media de la Unión Europea.
Cuando Carlos cumplió los cinco años, la familia Sánchez adquirió el piso contiguo y unió ambos apartamentos. Cuando cumplió los ocho, adquirieron su primer vehículo, si bien de segunda mano.
No solo han variado nuestros métodos de transporte. También la sociedad ha evolucionado. Dejando de lado algunas excepciones, si consultamos los datos correspondientes a los veinte últimos años, el número de hijos por mujer no ha variado considerablemente en los países de la UE. En 1992, las mujeres españolas tenían un promedio de fecundidad de 1,32 hijos, y en 2010 la cifra se había incrementado ligeramente hasta alcanzar 1,39, muy por debajo de la tasa de reemplazo generalmente aceptada y cifrada en 2,1 hijos por mujer. La tasa total de fecundidad en los 27 países de la UE rondaba el 1,5 en 2009.
Sin embargo, la población de la UE sigue creciendo, principalmente a causa de la inmigración. También vivimos más y vivimos mejor. En 2006, la esperanza de vida en la UE, en el momento del nacimiento, era de 76 años en el caso de los hombres y de 82 en el caso de las mujeres. A finales de octubre de 2011, la población mundial alcanzó los 7 000 millones de habitantes. Pese a la disminución de la tasa de fecundidad registrada durante las dos últimas décadas, se espera que la población mundial seguirá aumentando hasta estabilizarse en unos 10 000 millones de habitantes en 2100.
También se aprecia una tendencia al incremento en el ritmo de urbanización. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, en la UE tal es el caso de tres cuartas partes de la población. Los efectos se hacen asimismo evidentes en numerosas ciudades europeas, en particular Madrid. En la conurbación madrileña, la población alcanzó los 6,3 millones de habitantes en 2011.
Cultivamos nuestros alimentos con plaguicidas y fertilizantes petroquímicos. La mayoría de los materiales de construcción que utilizamos —cemento, plástico, etc.— están formados por combustibles fósiles, al igual que la mayoría de los productos farmacéuticos que consumimos. En general, nuestra ropa se fabrica con fibras sintéticas originadas en la industria petroquímica. Nuestro transporte, la energía, el calor y la luz también dependen de los combustibles fósiles. Hemos construido toda una civilización basada en los depósitos de carbón exhumados del período carbonífero.
…las generaciones futuras que vivan dentro de cincuenta años… probablemente nos caractericen como la humanidad de los combustibles fósiles y denominen este período la Era del Carbón, así como nosotros nos referimos a períodos anteriores como la Edad del Bronce y del Hierro.Jeremy Rifkin, Presidente de la Fundación de Tendencias Económicas y Asesor de la Unión Europea. Extracto de su libro «The Third Industrial Revolution» («La tercera revolución industrial»).
En las dos últimas décadas, España, en términos muy similares a otros países europeos, experimentó un crecimiento económico sostenido, un incremento del nivel de ingresos y, hasta hace poco, lo que parecía la solución definitiva al problema del desempleo. El desarrollo económico vino impulsado por un acceso fácil al préstamo —público y privado—, una abundancia de materias primas y una afluencia de inmigrantes procedentes de América Central, América del Sur y África.
Cuando Carlos nació, al margen de algunas redes informáticas interconectadas, internet (tal como lo conocemos hoy) no existía. Los teléfonos móviles eran poco frecuentes y aparatosos, y la mayoría no podía costeárselos. Las comunidades en línea o las redes sociales eran desconocidas. Para numerosos colectivos del planeta, «tecnología» significaba el suministro seguro de electricidad. El teléfono era caro y no siempre accesible. Las vacaciones en el extranjero eran un privilegio reservado a una minoría.
A pesar de haber sufrido varias recesiones durante los veinte últimos años, la economía de la Unión Europea creció un 40 %, con promedios ligeramente más elevados en los países que se incorporaron a la Unión Europea en 2004 y 2007. La construcción asociada al turismo fue un motor especialmente importante en el caso español. En otros países europeos, el crecimiento económico también cabalgó a lomos de sectores como los servicios y la industria manufacturera.
Hoy Carlos vive con sus padres en la misma dirección. Cada miembro de la familia tiene coche y un móvil. El estilo de vida de la familia Sánchez es, para los cánones europeos, lo habitual.
El impacto de Europa sobre el medio ambiente ha aumentado en paralelo con el crecimiento económico en el continente y en el mundo. El comercio ha contribuido a la prosperidad en Europa y en los países en desarrollo, a la vez que ha extendido el impacto medioambiental de nuestras actividades.
En 2008, por peso, la Unión Europea importaba seis veces más de lo que exportaba. La diferencia se debe casi íntegramente al elevado volumen de importación de productos mineros y combustibles.
El reconocimiento cada vez más acusado a nivel mundial de la acuciante necesidad de abordar la problemática medioambiental es muy anterior en el tiempo a la «Cumbre de la Tierra» celebrada en Río en 1992. La legislación de la UE en materia de medio ambiente data de principios de la década de 1970, y desde entonces, la experiencia ha demostrado que, cuando se aplica eficazmente, la legislación ambiental reporta beneficios.
Por ejemplo, las Directivas de la UE Aves (1979) y Hábitat (1992) proporcionan un marco jurídico para las zonas protegidas de Europa. Hasta la fecha, la Unión Europea ha incluido más del 17% de su superficie terrestre y más de 160 000 km2 de territorio marítimo en su red de protección de la naturaleza, Natura 2000. Aunque muchas especies y hábitats europeos siguen amenazados, Natura 2000 es un paso esencial en la dirección correcta.
Otras políticas ambientales también han influido positivamente sobre el medio ambiente durante las dos últimas décadas. Sin embargo, la contaminación atmosférica a larga distancia y ciertos contaminantes atmosféricos siguen afectando a nuestra salud. La calidad de las aguas europeas también ha mejorado considerablemente gracias a la legislación europea en la materia, pero la mayoría de los contaminantes que se liberan en el aire, el agua y la tierra no desaparecen fácilmente. Más bien al contrario: se acumulan.
La Unión Europea también ha dado los primeros pasos para desacoplar el vínculo entre crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, las emisiones a escala mundial siguen aumentando, y contribuyen a la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y los océanos.
Se constata una tendencia similar en el uso de materiales. La economía europea produce más empleando para ello menos recursos, pero sigue consumiendo muchos más recursos de los que los mares y la masa terrestre de Europa pueden proporcionar. La UE continúa generando grandes cantidades de residuos, pero cada vez los recicla y reutiliza en un porcentaje mayor.
Lamentablemente, cuando intentamos abordar un problema ambiental, nos percatamos de que las cuestiones ambientales no pueden solucionarse aisladamente y por separado. Deben integrarse en las políticas económicas, en la planificación urbana, en las políticas de pesca y agricultura, etc.
Por ejemplo, la extracción de agua afecta a la calidad y a la cantidad de agua en origen y destino. La cantidad de agua en origen se reduce debido al mayor nivel de extracción, y por ello, los contaminantes vertidos al agua se encuentran menos diluidos y afectan más negativamente a las especies que dependen de esa masa de agua. Para diseñar y alcanzar mejoras significativas en la calidad del agua, lo primero que debemos preguntarnos es por qué se procede a extraer el agua.
A pesar de nuestra ignorancia en la materia, las tendencias ambientales que observamos actualmente exigen medidas enérgicas e inmediatas que impliquen a los responsables políticos, a las empresas y a los ciudadanos. Si todo sigue como hasta hoy, la deforestación mundial seguirá avanzando a niveles críticos, y la temperatura media del planeta podría elevarse hasta 6,4 ºC a finales de siglo. El aumento del nivel del mar pondrá en peligro uno de nuestros recursos más valiosos —la tierra— en islas con bajas cotas de altura y zonas costeras.
A menudo, se precisan varios años para concluir y aplicar las negociaciones internacionales. La legislación nacional bien concebida funciona cuando se aplica en su totalidad, pero se encuentra limitada por las fronteras geopolíticas. Muchas cuestiones ambientales trascienden más allá de las fronteras nacionales. En último término, todos podemos sentir el impacto de la deforestación, de la contaminación atmosférica o de los desechos marinos.
Las tendencias y las actitudes pueden modificarse, paso a paso. Sabemos bien en qué situación nos encontrábamos hace 20 años y dónde nos encontramos hoy. Quizá carezcamos de una solución milagrosa que resuelva todos nuestros problemas ambientales de inmediato, pero sí que tenemos una idea, un conjunto de ideas, instrumentos y políticas que nos ayudarán a transformar nuestra economía actual en una economía ecológica. La oportunidad de construir un futuro sostenible en los próximos 20 años está a la espera de ser aprovechada.
Aprovechar la oportunidad depende de nuestra conciencia colectiva. La mera comprensión de lo que está en juego permitirá generar el impulso suficiente para transformar nuestro modo de vida. La concienciación es cada vez mayor, pero no siempre es suficiente. La inseguridad económica, el miedo al desempleo y los problemas sanitarios se adueñan de nuestra existencia cotidiana. También esto es válido para Carlos y sus amigos, sobre todo si tenemos en cuenta las actuales turbulencias económicas en Europa.
Entre las preocupaciones suscitadas por sus estudios de Biología y sus perspectivas profesionales, Carlos no sabe a ciencia cierta hasta qué punto su generación es consciente de los problemas ambientales en Europa y en el mundo. No obstante, como residente en una zona urbana, reconoce que la generación de sus padres guardaba un vínculo más estrecho con la naturaleza, porque en la mayoría de las familias, al menos uno de los progenitores se había criado en el campo. Incluso después de trasladarse a la ciudad en busca de trabajo, habían seguido manteniendo una relación estrecha con la naturaleza.
Es posible que Carlos no llegue a entablar nunca una conexión similar, pero al menos está dispuesto a contribuir de algún modo: acude a la universidad en bicicleta. Incluso ha convencido a su padre para que se desplace hasta el trabajo en bicicleta.
Lo cierto es que la inseguridad económica, la salud, la calidad de vida e incluso la solución al desempleo dependen de la salud del planeta. El rápido agotamiento de nuestros recursos naturales y la destrucción de los ecosistemas, que nos proporcionan tantos beneficios, difícilmente proporcionarán un futuro seguro y saludable a Carlos y a su generación. Una economía ecológica baja en carbono sigue siendo la mejor opción y la más viable para garantizar la prosperidad económica y social a largo plazo.
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