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Hace cinco años Bisie era jungla. Situado en el territorio Wailikale, al este del Congo, ahora se ha convertido en una atestada ciudad como resultado del descubrimiento de casiterita, un derivado del estaño que es un componente vital de los circuitos de numerosos dispositivos modernos. Está en teléfonos móviles, ordenadores portátiles, cámaras digitales y máquinas de juegos.
La casiterita es un mineral muy buscado y valioso. De hecho, nuestra demanda de equipos electrónicos de consumo se ha traducido en un aumento de precio del estaño. Los precios en la Bolsa de Metales de Londres han aumentado de aproximadamente 5 000 dólares por tonelada en 2003 a más de 26 000 dólares por tonelada a finales de 2010, según el Financial Times.
En la actualidad, aunque es grande la demanda de muchos recursos naturales de los bosques y selvas del Congo, el país sigue siendo extremadamente pobre. En los últimos 15 años, más de 5 millones de personas han muerto en el este del Congo en una guerra entre varios grupos armados. Y se calcula que no menos de 300 000 mujeres han sido violadas.
No es la primera vez que esto ocurre en el Congo, que fue colonizado hace más de 100 años por el Rey Leopoldo II de Bélgica, quien se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo gracias a la venta de caucho procedente del país. Fue la época de la industrialización, y el auge de la industria automovilística dependía de este material.
Nuestra demanda de recursos naturales para alimentarnos, vestirnos, alojarnos, trasladarnos y divertirnos no es nueva, pero se está acelerando al tiempo que las reservas de determinados recursos alcanzan umbrales críticos.
Los sistemas naturales también están sujetos a nuevas demandas, como la de productos químicos vegetales o biomasa para sustituir a los combustibles fósiles. En conjunto, esta creciente demanda de recursos en declive llama la atención sobre los graves riesgos a los que se expone el desarrollo en Europa.
«En tanto que ciudadanos globales, la violencia que sacude el Congo nos concierne a todos. La extracción de los “minerales de guerra” que alimenta este conflicto nos une.»
Margot Wallström, representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la violencia sexual en los conflictos.
«La Declaración del Milenio, en 2000, representó un hito en cuanto a cooperación internacional, pues inspiró objetivos de desarrollo que han mejorado las vidas de cientos de millones de personas en todo el mundo. Los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) proporcionan una estructura que permite a toda la comunidad internacional trabajar juntos hacia un fin común.
Los objetivos son alcanzables, pero las mejoras en las vidas de los más pobres han sido inaceptablemente lentas, y algunas de las ganancias que tanto ha costado obtener están siendo erosionadas por las crisis medioambiental, económica y alimenticia.
El mundo posee los recursos y los conocimientos necesarios para asegurar que hasta los países más pobres, o incluso aquellos que se enfrentan a grandes obstáculos como enfermedades, aislamiento geográfico o conflictos civiles, pueden tener a su alcance los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El logro de estos objetivos requiere la participación de todos. No alcanzarlos podría multiplicar el riesgo mundial de inestabilidad, enfermedades epidémicas o degradación del medio ambiente. Sin embargo, alcanzar los objetivos nos situaría en dirección a un mundo más estable, más justo y más seguro.
Miles de millones de personas confían en que la comunidad internacional haga realidad la gran visión representada por la Declaración del Milenio. Cumplamos esa promesa.»
Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas en «Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe 2010» (NU, 2010).
Conforme avanza el siglo XXI, podemos ver que cada vez son más las dinámicas mundiales fundamentales que se encuentran fuera de la esfera de influencia y control de Europa. Esto repercute en el acceso a los recursos.
A escala global, vemos una marcada incertidumbre en lo que se refiere al suministro y al acceso a una serie de recursos naturales cruciales: alimentos, agua y combustibles. Europa necesita recursos, y a ella podrían sumarse en las próximas décadas China, India y Brasil, entre otros, lo que ejercería una presión todavía mayor sobre el medio ambiente.
De hecho, algunas naciones en desarrollo se aproximan con celeridad a niveles de actividad económica equivalentes a los de Europa: sus poblaciones, niveles de consumo y capacidad de producción pueden eclipsarnos. Su búsqueda legítima de desarrollo económico y social dará lugar a un mayor uso de las reservas mundiales de materias primas. China, en particular, está demostrando ser hábil a la hora de garantizarse el acceso a materias primas procedentes de diversos países y regiones.
La población humana está creciendo, las tecnologías avanzan y el poder de los actores privados no gubernamentales, como las multinacionales, se está expandiendo. En un contexto de debilidad de los mecanismos internacionales de gobernanza, estas fuerzas ponen en riesgo un «acceso libre para todos» mundial a los recursos naturales.
Al mismo tiempo, la propia naturaleza de la globalización también ofrece oportunidades y estructuras para lograr un resultado diferente. Existe la base para conseguir una gobernanza mundial justa y eficaz de los problemas que nos afectan a todos.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas son solo un ejemplo de proceso político mundial orientado a un desarrollo humano equitativo y sostenible.
Las negociaciones internacionales sobre el clima lograron progresos a lo largo del pasado año. El Acuerdo de Cancún, firmado en diciembre de 2010, reconoce por primera vez en un documento de las Naciones Unidas la necesidad de mantener el calentamiento global por debajo de 2 °C en comparación con la temperatura preindustrial.
El acuerdo confirma que los países desarrollados —cuyas actividades y huella industriales se encuentran en el origen del cambio climático causado por el hombre— movilizarán 100 000 millones de dólares anuales en fondos para financiar medidas de lucha contra el cambio climático en países en desarrollo hasta 2020. También establece un Fondo Verde para el Clima a través del cual se canalizarán estas inversiones.
Gracias a innovaciones como el llamado mecanismo «REDD+» (Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation) será posible actuar para reducir las emisiones debidas a la deforestación y la degradación forestal en países en desarrollo. Ninguna de estas actividades sería posible sin estructuras de gobernanza mundiales y un espíritu de cooperación.
La Unión Europea intenta promover respuestas de colaboración en relación con retos y objetivos comunes. La Visión 2020 de la UE establece una estrategia en favor del crecimiento diseñada en torno a una economía inteligente, sostenible e integradora.
Los procesos políticos mundiales tienen, sin duda, un importante papel que desempeñar a la hora de garantizar que el crecimiento económico no destruya los sistemas naturales subyacentes. Pero otra característica distintiva de la globalización es la creciente importancia de los actores no gubernamentales.
Las multinacionales, como las empresas de telefonía móvil o tecnologías de la información y la comunicación (TIC), pueden tener un cometido fundamental a la hora de conseguir un desarrollo sostenible. La primera empresa que certifique sus productos como libres de «minerales de guerra» tendrá un impacto positivo en muchas vidas y un impresionante potencial de comercialización.
Debemos asumir los ejemplos innovadores en materia de investigación y desarrollo de empresas líderes y aplicarlos a los retos a los que nos enfrentamos. Debemos movilizar toda la capacidad de resolución de problemas de la que disponemos para seguir avanzando hacia un crecimiento constante y sostenible.
Como ciudadanos —a título individual y a través de organizaciones no gubernamentales— también nos movilizamos. Algunos llevan las protestas a la calle. Otros dedican su tiempo y energía a redescubrir el activismo alimentario o comunitario. Muchos adaptan sus patrones de consumo para reducir los impactos medioambientales y conseguir unos beneficios justos para los productores en países en desarrollo. Lo importante es que la globalización nos afecta a todos y que estamos empezando a ser conscientes del hecho de que no carecemos de poder: podemos cambiar las cosas.
Debemos seguir desarrollando, creando, trabajando y formándonos a nosotros mismos, siendo más inteligentes acerca del uso de los recursos naturales. Por ejemplo, el primer objetivo vital de los Objetivos de Desarrollo del Milenio es garantizar la seguridad del entorno natural del que dependen los más pobres de entre los pobres para su supervivencia diaria.
Esto significa gestionar los recursos naturales de tal forma que las comunidades locales puedan sobrevivir, sacar provecho de ellos y progresar. Este es uno de los principales retos a los que nos enfrentamos a escala mundial, tal como leeremos en el siguiente capítulo sobre recursos y las poblaciones que habitan los bosques de la India.
Es un reto en el que los europeos tienen un gran cometido que desempeñar. Gestionar los recursos del planeta de un modo sostenible será fundamental para una prosperidad económica equitativa, una mayor cohesión social y un medio ambiente más saludable.
Determinación de huellas
En el Instituto Federal de Recursos Naturales y Geología de Hanover, Alemania, el Dr. Frank Melcher encabeza un equipo que está desarrollando una forma de certificar los minerales que se emplean en los equipos electrónicos, del mismo modo que se certifican los diamantes. Cada uno de los minerales en cuestión tiene un «huella» distintiva relacionada con su lugar de origen.
«Para determinar la huella de minerales como el coltán y la caserita, taladramos un pequeño agujero en la muestra», explica el Dr. Melcher.
«A continuación, escaneamos la muestra durante dos o tres horas y después analizamos el volumen para determinar su composición. Esta es la huella. Y es muy típica de Bisie.
Para cada grano que analizamos aquí determinamos el periodo de formación —la edad geológica— y podemos decir si este material viene de la República Democrática del Congo o de Mozambique, porque conocemos exactamente la antigüedad de estos granos.
De modo que resulta técnicamente posible rastrear los minerales en bruto, pero hay que hacerlo antes de que se fundan en metales», afirma.
El Dr. Melcher lleva a cabo su labor como parte de acuerdos de cooperación entre los Gobiernos alemán y congoleño para el proyecto «Consolidar la transparencia y el control del sector de los recursos naturales en la República Democrática del Congo». Este proyecto, puesto en marcha en 2009, presta apoyo al Ministerio de Minas de la República Democrática del Congo en la aplicación de un sistema de certificación de minerales para el estaño, el tungsteno y el oro.
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