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El medio urbano

Article Publicado 22/03/2010 Última modificación 21/03/2023
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De los espacios urbanos a los ecosistemas urbanos

Por qué en lugar de dañar los ecosistemas no comenzamos a crearlos?

Profesora Jacqueline McGlade

«Por qué en lugar de dañar los ecosistemas no comenzamos a crearlos?», pregunta la Profesora Jacqueline McGlade. «Contamos con la tecnología y con la capacidad de diseño. «Hay ejemplos de futuro en toda Europa, pero se trata de bolsas de innovación. Tenemos que pasar de las bolsas de innovación a las ciudades del futuro».

«Pensemos en la luz. Es un recurso natural. A la gente le gusta vivir y trabajar rodeada de luz natural. En la construcción sería fácil aprovechar mucho mejor la luz natural. O pensemos en la jardinería vertical, que implica convertir las ciudades en granjas urbanas sostenibles donde se planten cultivos encima y en el interior de los edificios».

«La idea de las paredes vivas y las parcelas de cultivo verticales es muy antigua: se remonta a los Jardines Colgantes de Babilonia. Es sorprendente que no hayamos hecho algo más a este respecto anteriormente, pero ahora el cambio climático urge un cambio de costumbres», afirma la Profesora McGlade.

El ascenso de las temperaturas en las ciudades, debido a la absorción y lenta liberación del calor por el hormigón y el asfalto, prolongaría la estación de crecimiento y mejoraría el rendimiento. El agua de lluvia podría recogerse en los tejados y se podría hacer llegar por goteo a cada nivel a través de redes de tuberías. Además, las plantas tendrían un efecto aislante, de manera que el espacio habitable de los edificios se mantendría fresco en verano y caldeado en invierno.

Poblaciones en movimiento

La población del planeta se aglomera en las ciudades. El 80 % de los aproximadamente 9 000 millones de habitantes que tendrá el mundo en 2050 vivirán en áreas urbanas. Muchas ciudades tienen dificultades para hacer frente a los problemas sociales y ambientales generados por presiones tales como la superpoblación, la pobreza, la contaminación y el tráfico.

La tendencia a vivir en áreas urbanas sin duda continuará. En todo el mundo, las ciudades ocupan tan sólo el 2 % de la superficie terrestre, pero albergan la mitad de la población(20). En Europa, el 75 % de la población vive en ciudades. Esta cifra podría alcanzar el 80 % en 2020. Las ciudades europeas representan el 69 % de nuestro consumo energético y, por consiguiente, la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. El impacto ambiental de las ciudades se propaga a grandes distancias debido a su dependencia de otras regiones para satisfacer la demanda de energía y recursos y alojar sus residuos. Un estudio del Gran Londres(21) calcula que esta ciudad tiene una huella ecológica 300 veces mayor que su área geográfica, es decir, casi el doble del tamaño de todo el Reino Unido. La contaminación de las ciudades también suele afectar a zonas que se encuentran fueran de sus límites.

El cambio climático es una nueva y grave amenaza para la vida en la ciudad. Algunas ciudades sufrirán graves problemas a consecuencia del cambio climático, que podría acrecentar las desigualdades sociales: los pobres suelen ser los que más peligro corren y los que cuentan con menos recursos para adaptarse. El cambio climático también afectará al ambiente urbano, como por ejemplo a la calidad del aire y del agua.

De la adaptación a una nueva forma de pensar

Por lo tanto, nuestras ciudades y áreas urbanas tienen muchos problemas que van desde el ámbito social hasta el sanitario y medioambiental. Sin embargo, la proximidad de personas, empresas y servicios relacionados con el propio término «ciudad» también conlleva grandes oportunidades.

El medio urbano ofrece importantes oportunidades para una vida sostenible. La densidad demográfica de las ciudades ya reduce las distancias que hay que recorrer para acceder al trabajo y a los servicios y promueve una mayor utilización del transporte público, y las viviendas de menor tamaño necesitan menos luz y calor. En consecuencia, los urbanitas consumen menos energía per cápita que los habitantes de las zonas rurales (22).

Nuestras ciudades también están en una situación única en lo que respecta a la mitigación y adaptación al cambio climático. Las características físicas, el diseño,

la gobernanza y la localización de una ciudad son tan sólo algunos de los factores que pueden contribuir en ambos sentidos.

Es evidente que los métodos técnicos —como las barreras contra inundaciones— son tan sólo una parte de la solución. La adaptación también exige un replanteamiento fundamental del diseño y gestión de las ciudades, y debe integrarse en todas las políticas relacionadas, como el uso del suelo, la vivienda, la gestión hidrológica, el transporte, la energía, la igualdad social y la salud.

Si nos replanteamos el diseño urbano, la arquitectura, el transporte y la planificación, podemos convertir nuestras ciudades y los paisajes urbanos en «ecosistemas urbanos», en la vanguardia de la mitigación (mejor transporte y energías limpias) y adaptación (casas flotantes y jardinería vertical) al cambio climático. Mejorando la planificación urbana mejoraría la calidad de vida en general y se crearían nuevas oportunidades de empleo al potenciar el mercado de nuevas tecnologías y la arquitectura ecológica.

La clave está en planificar las ciudades de manera que se facilite la reducción del consumo de energía per cápita, por medios tales como el transporte urbano sostenible y la vivienda de bajo consumo energético. También son importantes las nuevas tecnologías de eficiencia energética y los recursos renovables, como la energía solar o eólica y los combustibles alternativos, así como ofrecer a particulares y organizaciones oportunidades para cambiar su comportamiento.

Diseñar el futuro

«El futuro resultará ser diferente de lo que esperamos: de esto podemos estar todos seguros. Lo que hacemos es planificar con miras a esa incertidumbre», afirma Johan van der Pol, director adjunto de Dura Vermeer, una constructora neerlandesa que actualmente se encarga del diseño y construcción de Ijburg, un nuevo distrito flotante de Amsterdam.

Ijburg es uno de los proyectos más ambiciosos jamás llevados a cabo por el Ayuntamiento de Amsterdam. El aumento de la población y la elevación del nivel del mar ha obligado a esta ciudad a ser creativa y experimentar con nuevos sistemas arquitectónicos sobre el agua misma. Las nuevas casas están «amarradas» a pasarelas flotantes y conectadas a servicios de suministro de agua y electricidad y saneamientos. Se pueden desconectar fácilmente y trasladarse a otro sitio, con lo que el concepto de «casa móvil» adquiere un significado totalmente nuevo. Este desarrollo incluye casas flotantes ecológicas, donde se cultivan todo tipo de frutas y hortalizas.

Las casas flotantes de Ijburg son tan sólo un ejemplo de nuevas tendencias en la arquitectura y la ordenación urbana. Los impactos del cambio climático van desde las sequías y olas de calor del sur de Europa hasta las inundaciones del norte. Las ciudades deben adaptarse. En lugar de limitarse a reforzar las barreras contra inundaciones o promover la navegación, algunos arquitectos, ingenieros y técnicos de ordenación urbana trabajan en un enfoque completamente nuevo de la vida en el medio urbano. Creen que los paisajes urbanos pueden convertirse en los ecosistemas urbanos del futuro.

Intercambio de conocimientos y buenas prácticas

«Las ciudades europeas se enfrentan a diferentes retos que exigen diferentes respuestas », afirma Ronan Uhel, director del programa de Sistemas Naturales y Vulnerabilidad de la AEMA.

«Las primeras ciudades en poner medidas en marcha serán las que obtengan mayores rendimientos de sus inversiones en adaptación. Pero hasta la fecha, muy pocas ciudades europeas han iniciado estrategias que permiten adaptarse a las «nuevas» circunstancias del cambio climático, y la aplicación efectiva de las medidas se limita por el momento a proyectos de pequeña escala», señala.

Puede que otras ciudades no sean tan afortunadas en términos de conocimientos y recursos disponibles y necesiten ayuda y orientación. En estos momentos, lo más importante sería mejorar el intercambio de experiencias y mejores prácticas entre las ciudades.

«Thisted es una pequeña localidad del oeste de Dinamarca que produce toda la energía que consume. A veces, incluso deriva energía a la red nacional. Esta localidad está recuperando su destino. Suena filosófico, pero se trata precisamente de eso: de recuperar quienes somos», afirma Ronan Uhel.

«Hemos creado sociedades de personas asistidas. Nuestra relación con el entorno natural, con los alimentos envasados que consumimos, con el agua embotellada que bebemos, es a menudo únicamente virtual. Necesitamos redescubrirnos a nosotros mismos y nuestro lugar en la naturaleza».

El zumbido de París

En el tejado del edificio de la Ópera de París se han criado abejas durante 25 años. La colonia de esta importante institución parisina prospera y produce casi 500 kg de miel anuales.

La apicultura urbana está en auge y hay hasta 400 colonias en la ciudad. Se han instalado nuevas colmenas en el Palacio de Versalles y en el Gran Palacio de París. De hecho, las ciudades aportan gran cantidad de árboles y fanerógamas gracias a sus jardines y parques. Y aunque hay contaminación, en las ciudades se emplean muchos menos pesticidas. En Europa, las abejas urbanas parecen estar en mejor situación que sus parientes rurales.

La Unión Nacional de Apicultores de Francia inició en 2005 la campaña «Operación Abeja» con el objetivo de integrar las abejas en el paisaje urbano. Parece que está dando resultados. La Unión de Apicultores calcula que cada colmena parisina produce un mínimo de 50 o 60 kg de miel por recolección y las colonias registran una tasa de mortalidad del 3 % al 5 %, frente a las abejas rurales que tienen una producción de entre 10 y 20 kilos de miel y una tasa de mortalidad del 30 % o 40 %.

Las abejas también tienen mucho trabajo en Londres. Según la Asociación de Apicultores de Londres, las abejas urbanas agradecen la abundancia de árboles y fanerógamas, así como el bajo consumo de pesticidas. Por estas razones, unidas a un clima algo más suave, la temporada apícola es más larga y suele ser más productiva que en las zonas rurales. Un ejemplo perfecto del potencial que encierra nuestro ecosistema urbano.

Observación de la Tierra

En la AEMA creemos que para resolver nuestros problemas ambientales debemos estar en contacto con la gente de la calle y preguntarles cómo pueden «informarnos». Agricultores, jardineros, cazadores, deportistas… todos ellos poseen conocimientos locales.

El servicio de observación planetaria «Eye on Earth» —una colaboración entre la AEMA y Microsoft— ofrece información rápida, interactiva y casi en tiempo real sobre la calidad del aire y las aguas de baño en toda Europa, y esto es sólo el principio.  Gracias a este servicio, los usuarios pueden aportar su propia información para complementar y validar (o quizá refutar) la información oficial.  Servicios como «Eye on Earth», que anima al ciudadano a dar su opinión y le proporciona información precisa y comparable, pueden contribuir de forma significativa a mejorar la gobernanza medioambiental: http://eyeonearth.cloudapp.net/

20 Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, OIE.

21 Greater London Authority

22 Fuente: OIE, 2008.

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