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Si la bioenergía se dispara — La sustitución del petróleo por la bioenergía no está exenta de riesgos

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Article Publicado 16/02/2009 Última modificación 11/05/2021
La bioenergía no es nueva. Los humanos han quemado madera durante milenios. A mediados del siglo XIX, la revolución industrial situó en primer plano los «combustibles fósiles», principalmente carbón y petróleo. Sin embargo, los combustibles fósiles son cada vez más difíciles de extraer, más caros y objeto de un intenso debate político.

La bioenergía está a punto de convertirse en un gran negocio. Ya es la principal fuente de energía renovable (1) en Europa y se espera que su producción aumente en los próximos decenios. Los biocombustibles han sido aclamados como una buena forma de «ecologizar» el transporte y evitar las costosas importaciones de petróleo.

El tema de los biocombustibles acaparó los titulares de todo el mundo por razones negativas en 2008, sobre todo en relación con el aumento de los precios de los alimentos. El trabajo de la AEMA sobre biocombustibles se limita a los pros y contras para el medio ambiente. Incluso en este ámbito suscitan controversia.

La tendencia a producir bioenergía a gran escala entraña riesgos ambientales considerables, debido sobre todo al cambio de uso del suelo. Los suelos y las plantas son los dos principales almacenes de CO2 en la Tierra: contienen el doble de carbono que nuestra atmósfera. El hecho de convertir grandes extensiones boscosas, turberas o pastos en cultivos de biocombustibles liberaría más CO2 del que se ahorraría.

La ampliación de las tierras de cultivo en Europa para satisfacer la demanda combinada de alimentos y combustible tendría serios impactos en la biodiversidad europea y dañaría nuestros recursos hídricos y edáficos. Los efectos en cadena, denominados «cambios indirectos de uso del suelo», tendrían impactos en otras partes del mundo: a medida que Europa recorta las exportaciones de madera, otras partes del mundo aumentarían la producción maderera para llenar el hueco. Los efectos en los precios mundiales de los alimentos podrían ser significativos.

En Europa, sin embargo, los riesgos podrían reducirse mediante la elección y gestión correcta de los cultivos. Los biocombustibles producidos, por ejemplo, con residuos de cultivos o forestales, comportan ventajas ambientales. En este contexto, la AEMA ha estudiado la forma en que podría desarrollarse el inminente auge de la bioenergía y ha evaluado si puede proporcionar la energía que necesitamos sin perjudicar al medio ambiente.

La biojerga

Biomasa: se refiere a materia orgánica viva o que ha muerto recientemente. Puede proceder de cultivos, árboles, algas, de la agricultura, de residuos forestales o flujos de residuos.

Bioenergía: todos los tipos de energía derivada de la biomasa, incluidos los biocombustibles.

Biocombustible: combustibles líquidos para el transporte fabricados a partir de biomasa (2).

La «fiebre» de las energías renovables

La Comisión Europea ha propuesto un objetivo obligatorio: el 20 % de la energía europea debe provenir de recursos renovables (es decir, todas las fuentes de energía renovables: eólica, solar, generada por olas, etc., así como bioenergía) en 2020. Por el momento, las energías renovables representan el 6,7 % del consumo de energía en Europa. Dos tercios de esta cantidad proceden de la biomasa.

La Comisión Europea está también interesada en promover los biocarburantes (combustibles para el transporte) porque la diversificación es crucial en el transporte dada su dependencia del petróleo. El sector del transporte incrementa también las emisiones de gases de efecto invernadero y anula los ahorros de emisiones logrados por otros sectores.

En consecuencia, la Comisión ha propuesto que los biocarburantes representen el 10 % del combustible para el transporte por carretera de aquí a 2020, siempre y cuando se certifique su sostenibilidad. Datos de 2007 revelan que el biocarburante representa hasta el 2,6% del combustible para el transporte por carretera en la UE. Para alcanzar el 10 %, la Unión Europea ha de incrementar la producción y las importaciones de biocarburante en una época en la que los biocombustibles son el centro de complejos debates ecológicos y económicos. El objetivo de la UE en relación con los biocombustibles está inmerso en un debate cada vez más intenso.

El Parlamento Europeo ha reclamado recientemente una garantía de que el 40 % del objetivo del 10 % proceda de fuentes que no compiten con la producción de alimentos. El Comité Científico de la AEMA ha advertido de que aumentar la proporción de biocarburantes utilizados en el transporte hasta el 10 % para 2020 es un objetivo excesivamente ambicioso y debería suprimirse.

Efectos mundiales: precios de los alimentos y cambio del uso del suelo

Promover biocarburantes y otras bioenergías en Europa produce inevitablemente efectos directos e indirectos en otros lugares.

En Europa, por ejemplo, podemos producir biodiesel a partir de aceite de colza de forma sostenible, pero se dispondría de menos aceite de colza para la producción de alimentos dentro y fuera de Europa.

Es probable que esta falta se supla en parte con aceite de palma. Sin embargo, esto aceleraría la pérdida de selvas tropicales porque en países como Indonesia se talan árboles para facilitar los cultivos de palma.

Junto con las sequías en los principales países productores, el aumento del consumo de carne y el alza de los precios de petróleo, etc., la demanda de biocarburantes es uno de los numerosos factores que contribuyen al reciente aumento de los precios en todo el mundo. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que las medidas de apoyo a los biocombustibles actuales y previstas en la UE y los Estados Unidos provocarán a medio plazo un aumento del 8 %, 10 % y 33 % de los precios medios del trigo, del maíz y de los aceites vegetales, respectivamente.

El creciente consumo de alimentos en todo el mundo y la demanda adicional de biocombustibles está propiciando la expansión de las tierras de cultivo del mundo a expensas de los pastizales naturales y las selvas tropicales. Esto es importante, pues se estima que la deforestación y las prácticas agrícolas son actualmente responsables de un 20 % de las emisiones de gases de efecto de invernadero. La conversión a gran escala de los bosques en tierras de cultivo aumenta esta proporción y tiene graves impactos sobre la biodiversidad.

La conversión de extensas zonas de hábitats naturales o de explotaciones agrícolas tradicionales a un régimen de producción intensiva de bioenergía puede afectar también a la vida silvestre y la cantidad y calidad de agua disponible.

Impactos visibles

Recientes intentos de los científicos de estimar los impactos del aumento de la producción de bioenergía están dando los primeros resultados y pautas sobre los que la AEMA desea llamar la atención.

Un estudio realizado en Brasil utiliza imágenes de satélite para mostrar que la tasa de conversión de la selva amazónica en tierra de cultivo tiene que ver con los precios mundiales de la soja: cuanto más alto es el precio de la soja, tanto mayor es la tala de selva tropical. Parece claro que la demanda de bioetanol está disparando el precio a medida que las hectáreas de soja se convierten en cultivos de maíz para bioetanol destinado a los Estados Unidos.

Entre tanto, Tim Searchinger y varios investigadores de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos, han utilizado un modelo agroeconómico mundial para estudiar cómo el cultivo de maíz y pastos herbáceos de Panicum virgatum para bioetanol destinado a los Estados Unidos podría desplazar la producción de cultivos alimentarios en otras partes del mundo, en las que los bosques y pastizales se convierten en tierras de cultivo para suplir la producción de alimentos.

En su estudio calculan que las emisiones de gases de efecto de invernadero asociadas al bioetanol serán mayores que las asociadas al uso de combustibles fósiles durante 50 años o más. Esto se debe a que los pastizales y bosques sirven de almacenes de CO2. Su conversión en cultivos adecuados para producir biocombustible eliminaría esta función de almacenamiento. Tendrían que pasar decenios antes de que las ventajas pudieran compensar los inconvenientes.

Los impactos sobre la biodiversidad y sobre recursos naturales como el agua son más difíciles de medir. El aumento de la producción de maíz en el medio oeste estadounidense amenaza, por ejemplo, a la vida marina del Golfo de México, en el que los elevados aportes de nutrientes del Misisipí han formado una zona muerta de más de 20 000 km2. Según un estudio reciente, el cumplimiento de los objetivos para 2022 en la factura energética de los Estados Unidos hará aumentar entre un 10 y un 34 % el contenido de nitrógeno en el Misisipí.

Figura 1 / Consumo energético final de los biocarburantes en proporción al consumo energético final de combustibles para el transporte por carretera, EU-27. Fuente: Eurostat, 2007; la figura está tomada de EurObserv'ER, 2008.

Modelar el futuro

En 2006, un estudio de la AEMA calculó que el 15 % de la demanda energética europea en 2030 podría satisfacerse con bioenergía derivada de productos agrícolas, forestales y residuales procedentes únicamente de recursos europeos. Esta cantidad se denomina el «potencial de biomasa» de Europa. El estudio imponía una serie de condiciones para proteger la biodiversidad y minimizar los residuos a fin de asegurar que el «potencial de biomasa» no dañara el medio ambiente.

A continuación, la AEMA utilizó en 2008 el modelo «Green‑XENVIRONMENT», concebido originalmente para estudiar los mercados de electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables, para analizar cómo usar este «potencial de biomasa» ecológicamente sostenible de la forma más rentable desde un punto de vista medioanbiental.

El estudio sugiere que la forma más rentable de usar la biomasa «modelada» sería generar el 18 % del calor de Europa, el 12,5 % de su electricidad y el 5,4 % de su combustible para el transporte a partir de biomasa para 2030.

Si se redujera el consumo de combustibles fósiles en los tres sectores, podrían recortarse 394 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono hacia 2020. Se conseguirían reducciones todavía mayores de las emisiones si se pusieran en práctica políticas que dieran prioridad al uso de la tecnología de cogeneración de calor y electricidad. Este proceso aprovecha el calor que se genera como subproducto de la producción de energía.

Esto tiene un coste, naturalmente. Mejorar la utilización de la bioenergía es aproximadamente un 20 % más caro que un modelo similar de energía convencional para 2030. En última instancia, serían los consumidores quienes soportarían este coste.

Los fenómenos observados desde que comenzó este trabajo, especialmente el aumento de los precios de los alimentos a escala mundial, indican que las estimaciones del «potencial de biomasa» son muy optimistas: posiblemente habrá menos suelo disponible en Europa para cultivos bioenergéticos. Por otra parte, el alto precio del petróleo podría influir también en los resultados.

No obstante, el ejercicio transmite un mensaje claro: en términos de costes y mitigación del clima, sería preferible priorizar la bioenergía para la generación de electricidad y calor utilizando plantas de cogeneración en lugar de centrarse en el combustible para el transporte.

Perspectivas

Para evitar los efectos negativos descritos, derivados de la expansión de la bioenergía, necesitamos firmes políticas internacionales que impidan un cambio de uso del suelo tal que agrave los problemas ambientales para obtener bioenergía. Sin duda alguna, es un reto global que exige un debate mundial sobre el modo de detener la pérdida de biodiversidad y abordar el cambio climático teniendo en cuenta al mismo tiempo la necesidad de incrementar la producción de alimentos en todo el mundo y la desalentadora escalada del precio del petróleo.

Investigadores de la AEMA creen que Europa debe esforzarse por generar internamente tanta bioenergía como sea posible y sostener un equilibrio entre la producción de alimentos, combustibles y fibras sin comprometer los servicios de los ecosistemas. Partiendo de los biocarburantes, debemos iniciar investigaciones serias y desarrollar biocarburantes avanzados (véase recuadro). Y debemos hacerlo teniendo en cuenta todos los impactos sobre el medio ambiente, incluidos los efectos en el suelo, el agua y la biodiversidad, como las emisiones de gases de efecto de invernadero. De esta forma, la UE podría liderar la construcción de un sector bioenergético verdaderamente sostenible.

Promesa de la próxima generación

Los procesos de generación de biocarburantes de segunda generación pueden utilizar diferentes materias primas no alimentarias. Estas incluyen biomasa de residuos, madera, tallos de trigo o maíz y cultivos de energía o biomasa especiales, como Miscanthus.

Los biocarburantes de segunda generación pueden favorecer reducciones más importantes de las emisiones de gases de efecto invernadero y pueden reducir otros efectos adversos, como el uso de fertilizantes, aunque es improbable que estén disponibles a tiempo para contribuir de forma sustancial a la consecución del objetivo del 10 % de biocarburantes para el transporte en 2020. Hace falta investigar mucho más sobre estos procesos de producción y sus impactos y oportunidades. Además, la competencia por el uso de suelo y agua entre cultivos energéticos y cultivos alimentarios probablemente continuará en el futuro.

Bibliografía

Donner, S. D. and Kucharik, C. J., 2008. Corn‑based ethanol production compromises goal of reducing nitrogen expert by the Mississippi river. Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 105: 4 513–4 518.

EEA, 2006. How much bioenergy can Europe produce without harming the environment. EEA Report No 7/2006.

EurObserver. Biofuels Barometer: http://www. energies-renouvelables.org/observ-er/stat_baro/ observ/baro185.pdf.

OECD, 2008. Economic assessment of biofuel support policies. Organisation for Economic Development and Cooperation, Paris.

(1) La energía renovable incluye la energía eólica, la generada por las olas y las mareas, la energía solar, hidroeléctrica, etc.

(2) El término «biocombustible» puede utilizarse para todos los combustibles (sólidos, líquidos o gaseosos) obtenidos a partir de biomasa para cualquier finalidad. Sin embargo, en el contexto de este análisis, se refiere específicamente a los combustibles para el transporte.

 

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